martes, 3 de mayo de 2011

*[Observaciones pueriles]*

Ponerle cara a la expresión oral se convirtió en indispensable desde que soy una niña. Ya no entiendo bien el lenguaje sin acompañarlo de una expresión facial.
Me di cuenta, un día, que cada una de las cosas que salen de la boca de un narrador acarrean graves consecuencias en sus gestos, sus ojos, sus labios. La devastación de un acontecimiento estremece hasta el punto último de las orejas. Por eso atiendo a aquellos que hablan, aunque no se dirijan a mí. Puede ser que me guste descifrar cosas.
Cuando alguien me cuenta algo que le dijo un tercero es raro que no se encuentre con la siguiente pregunta: "¿Con qué cara lo dijo?"
A fin de cuentas, tras la palabras, los cuentos recorren los pliegues de la piel de aquel que habla.

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