sábado, 28 de abril de 2012

*[Friday]*

"Volvería a mis suburbios y me vería como una caricatura de mí mismo" pensó mientras se acercaba al bar en el que había quedado con sus amigos de siempre. Ellos, los que habían crecido con él, los que habían visto como se bebía su primera cerveza y tosía con su primer cigarrillo, los que se habían pasado un mes mordiéndose las uñas antes de ganar aquel mundial y se tiraron en calzoncillos a una fuente para celebrarlo, los que preferían, desde los dieciséis,  los sábados noche una tórrida timba de póquer a una borrachera en discotecas de mala muerte, los que contaba con los dedos de una mano; aún a sabiendas de que acabarían discutiendo de fútbol, de cuál era el mejor grupo de rock de la historia o de cualquier mierda relacionada con política. Ciertamente, las reyertas se le antojaban balsámicas, casi un ritual prefácico a la posterior partida de billar. Después cada cual volvería a su casa como vino, con sus vaqueros ajados por el dobladillo y sus camisetas descoloridas, salvo que con menos dinero en los bolsillos. Unas pelas bien invertidas: risas, un par de abrazos a la manada y varias Budweisers encima.
Estiró el brazo para tirar de aquel pomo tan vulgarmente conocido pero se detuvo antes de abrir la puerta y, finalmente, se marchó. Ese día sus colegas, los de siempre, le dejarían ganar al futbolín, le invitarían a un Jack Daniel's y se pasarían la noche catalogando a las féminas de zorras, de zorras todas.

Eran las doce cuando los demás perdieron la esperanza de verlo, asumiendo que pasaría algún tiempo hasta que él volviese a reírse con ellos, hasta que él pudiese vivir con la espina en la conciencia de que ella no iba a volver, que se había marchado.


miércoles, 11 de abril de 2012