jueves, 30 de junio de 2011

*[III]*

Llegó de uno de esos paseos largos - de quince kilómetros- a eso de las cuatro de la tarde. No pensaba en nada, porque rondando los cincuenta grados al sol es difícil pensar, menos en tirarse a la piscina y olvidarse de su propio cuerpo, del calor, del calor de su cuerpo, de su cuerpo y el calor. Se puso la parte de abajo del traje de baño y saltó medio desnuda, esperando olvidarse de su propio cuerpo y el calor, y dándose más cuenta que nunca de que su cuerpo estaba ahí, flotando. Su cuerpo, su pelo, pestañas, nariz, manos. Un pie, y el otro. Brazos y nuca. Su cuerpo y el agua - se sentía más agua que cuerpo-. Se llevó así un tiempo, el tiempo que le volvió la masa y se le salió el agua de la piscina por las orejas. Se tiró en la toalla a leer. Benedetti nombraba a Morgan, y decía también ""Soy otro" Pero no lo era". Su cuerpo y Benedetti. Pero seguía teniendo calor, aún gozando de estar medio desnuda a golpe de agua fría. No se secó al entrar en la cocina - le faltaba educación- y se bebió de una sentada un litro de esa bebida que tanto le gustaba. Que decían que sabía a limón pero a ella le sabía a frescura y soberbia. Y la frescura le gustaba. Y la soberbia también. Como no tenía estómago para soportar un litro de refresco azucarado - ni cincuenta grados de calor- pensó en echarse en la cama. Pero siendo realistas tampoco le dolería menos la barriga, y en la cama acabaría pensando en él, en su olor, en cómo le hacía el amor sin sábanas - por el calor-, y en que ese tipo de calor le producía placer y no reparo y asco y mal cuerpo. Su cuerpo y su cuerpo. En verdad uno sólo.
Mejor irse con Benedetti, que puede ser mil personas y ninguna, y no tiene un calor propio digno de olvido.

*[Esta vez no]*

Hay veces en la vida que la frase que más se necesita oir es "no voy a ir a ninguna parte".
Y esta vez, no es una de ésas.

martes, 28 de junio de 2011

*[You're the one that I want]*

-No, señora, yo sólo caminaba por allí, esperando encontrar un rayo de sol de estos que cuando te dan te hacen feliz, que me lo dijo una vez alguien, que te hacen feliz de verdad. Salí del bar, bueno, la taberna maloliente como usted quiere llamarla, y ya era de día. Ciertamente no había pasado todo ese tiempo dentro de la taberna, es como si la bebida calmase al reloj, ¿sabe usted? Pero que le voy a contar, no frecuenta esos sitios. Ahora que lo pienso, debe dejarme invitarle un día a un pub que sé que le gustará, me lo enseñó mi mejor amiga de la infancia, cuando no tenía yo la misma cara que ahora. Como no tengo la misma cara que antes, mi amiga ya no quiere serlo. Creo que le da miedo verme tan mujer, porque éramos amigas siendo niñas, y ya no lo somos: ni niñas, ni amigas. Es duro perder a alguien porque eres tú y no porque hayas hecho algo malo. Si alguien te odia por algo que has hecho siempre puedes remendarlo. Pero si te odia por ser tú, oh señora, nunca va a dejar de odiarte. A menos que seas alguien que cambie como lo hace el pelo. Que sale, se va, se riza y se cae. Yo me cambié el pelo por recuperar una vida, una vez ya atrás. No recuperé la vida,  señora, esas cosas no salen así. Yo perdí el rumbo. Porque, tristemente, es sólo pelo. ¡Era yo tan ilusa por aquel entonces! ¿Por dónde iba? Ah, sí, claro. Que me fui del bar, pagando por supuesto, que yo no soy de esas personas que se aprovechan de la situación. Medio había amanecido, y me dediqué a buscar el sol, por eso de los rayos que le he contado antes. Pusieron jazz en una casa de por allí. Señora, es que me gusta el jazz muchísimo y acabé bailando sola. Y no piense que es triste bailar sola, cuando no se tiene compañero. Por eso mismo, por no tener compañero. Puede una hacer algo bellísimo bailando sola, sin pareja. Hay veces que la pareja no llega a la altura y sólo te pisa y te hace perder el equilibrio. Aunque lo intente con toda su alma. El arte no se compra ni se practica. Pues eso, que estaba yo bailando buscando rayos y me lo encontré por allí andando. Sin bailar, porque él sólo baila si posteriormente hace el amor. Es como una prolongación del baile. Bailar para nada lo ve tontería. Y cómo baila, señora. Y cómo hace el amor, señora. Y yo lo vi, y paré. Y le besé. O sentí besarle, o soñé besarle. O todo a la vez. Que yo siempre lo necesito "ahí" pero esta mañana lo necesitaba "aquí", a mi lado, cogiéndome por los tobillos. Total, que acabé en su cama sin bailar, y me había robado el alma. Porque el corazón hace mucho que no lo siento. Y el espíritu se me salió por la boca una vez que le llamaba en sueños. Y aquí estoy, señora, denunciando un robo. Que no quiero vivir sin alma.

lunes, 27 de junio de 2011

*[Crash]*

El eterno dilema del "casi, pero no". "Pero si está bien", ya claro, pero no como yo quería. Igual que 2010 fue todo para mí, 2011 es definitivamente mi año pasivo.
Supongo que es muy fácil jugar con los sueños de los demás. Al fin y al cabo no son los tuyos, no te duelen.
Todo está bien, es grato, debería alegrarme por ello. Sin embargo, sinceramente, no son las cosas que yo esperaba, ni las que yo había pensado, y no me queda otra que aceptarlas y sonreir.

No sé por qué demonios pensaba que ahora sería diferente.

domingo, 26 de junio de 2011

*[Química]*

- Me lo he pasado genial.
- Era de esperar.
- Uh, el narcicismo es sexy.
- El sarcasmo también.
- ¿Volveremos a vernos?
- Ya veremos.

viernes, 24 de junio de 2011

*[Lady]*

- Es usted perfecta para este trabajo.

De fondo, en aquella lúgubre oficina gris, sonaba música soul. La había escogido a ella, entre todas, por su pinta de mojigata. No era la profesionalidad lo que le brillaba, sino el crital de las gafas. Su traje, tan recatado, ocultaba las curvas, ocultaba cualquier ápice de personalidad y carisma. El moño daba a entender que se la podría manipular facilmente para hacer cualquier cosa y pringar por la empresa como la que más. Él pensaba "pobre ignorante":

- Estaremos encantados de contar con usted en esta empresa. Puede empezar mañana. Aquí a las 8:00. Esperamos que sea puntual.

Mientras él sonreía viendo la pequeña mano de la chica a punto de rubricar el contrato, empezó a sonar Lady Gaga.
A la chica se le deshizo el moño. Le empezaron a temblar las manos, que se llevó inmediatamente a la cara, tapándosela.

- Ooooh- dijo ella de forma entrecortada.
- ¿Está usted bien?- se levantó el hombre preocupado.

Cuando levantó la mirada ya no llevaba gafas, las uñas se le habían alargado y los labios se le habían coloreado en un rosa flúor difícil de ignorar.

- ¡Rara ah ah ah ahhh roma roma maa!- chilló empujando la silla hacia atrás con los tacones.

En pocos segundos se encontraba encima de la mesa, sin camisa, con los pantalones rajados y bailando como una posesa.

- Bájese ahora mismo de ahí- le gritó el empresario malhumorado.
- ¡Just dance!

Cuando él, asustado, cogió el teléfono para llamar a los de seguridad, ella se puso a cuatro patas y le dijo al oído:

- Stop callin' Stop callin' .

Cogió el teléfono y lo lamió, para posteriormente besarle a él. Y callarle de una vez.
Salió de allí con la cabeza bien alta, en tacones y ropa interior, tarareando "popopopoker face" con las llaves de su Pussy Wagon en la mano.


jueves, 23 de junio de 2011

*[El beso de la polilla]*

Conocí a Xiao mi segundo día de universidad. Acababa de comenzar a conocer el edificio y llegaba tarde. Ella estaba sentada en un banco del campus, mirándome divertida:

- ¿Puedo ayudarte en algo?
- Ehh...esto, ¿sabe dónde está el aula 3?

Rió como casi todas las mujeres orientales, tapándose con la mano la boca, y me indicó por dónde tenía que ir.

- Muchas gracias, ¿trabajas aquí?
- Oh, no. Estudio aquí.
- Ah, perdona. Pensé que serías una profesora o algo.
- Ya, no importa. No hay muchas chicas en ingeniería industrial. Y aún menos orientales. Y aún menos, chicas de cincuenta años.
- Creo que debería irme ya. Me llamo Marina, encantada de conocerla.
- Y yo, Marina. Me llamo Xiao- hizo una pequeña reverencia con la cabeza y me dejó salir corriendo.

Al día siguiente, a la hora de la comida, me la encontré sentada en el mismo sitio. Reparé entonces en lo bella que era. Vestida de rojo, de nuevo, con las uñas y los labios rojos también, resaltaba su palidez natural. Tenía la belleza típica de las mujeres orientales. Y pese a su edad, no parecía menos hermosa, sino más elegante.

- ¿Encontraste el aula?
- Sí, claro. Muchísimas gracias. Con la prisa no pude dárselas ayer.

Me invitó a comer con ella y poco a poco se fue convirtiendo en una rutina. Hice amigos en clase, de mi edad, pero estar con ella era diferente. Cuando me contaba cosas sobre China, podía trasladarme allí por los breves momentos que el relato me arropaba. Era mágico. Además, pese a quedarle tan sólo un año para acabar la carrera, ella siempre estaba sola. La gente no era cruel con los estudiantes más mayores, pero sólo rondaban la cortesía con ellos, nunca una relación más profunda.
Un día, como otro cualquiera, mientras miraba las flores rojas de su vestido, le pregunté:

- Xiao, ¿por qué decidiste estudiar la carrera tan tarde?
- Es una apuesta personal- me dijo sonriendo.

Como no continuó con el tema, creí correcto no seguir insistiendo.
Xiao era tremendamente responsable, hasta el punto que rayaba lo enfermizo. Aunque supongo que eso le venía con los genes. No faltó ningún día a clase, menos aquel en que cerraron la facultad. Apareció una chica asesinada en la tercera planta, sentada en una silla y con los apuntes pegados al cuerpo, con su propia sangre. Yo me enteré al abrir el periódico esa misma mañana, donde aparecía una foto del cadáver metido en una bolsa con los pies descubiertos. A la policía le llamó la atención que la chica estuviese descalza, pero yo lo entendí: querría mostrar su bonita pedicura roja a sabiendas de que saldría en la portada de un diario. No obstante, no pensé que se cerrase la facultad entera con el trámite, por lo que nada más llegar tuve que volver a casa. Llamé a Xiao, que aunque no era muy dada a las redes sociales si mantenía una relación jovial con su móvil 3g, y me dijo que ella, al leer el periódico, supuso que cerrarían ese día, por la recolección de pruebas y el barullo burocrático. No encontraron nada, así que cerraron el caso a los tres meses.
Un día en el que me encontraba muy deprimida, por motivos familiares, la llamé buscando algo de consuelo. Opté llamarle a ella, en vez de a mis amigos más íntimos, porque pensé que su experiencia y madurez me aportarían una visión con algo más de perspectiva en el asunto. Ella, al verme deshecha, me invitó esa noche a su restaurante oriental preferido. Durante la comida se mostró abierta, como nunca antes se había mostrado. Me enteré de que tenía una hija, y que su marido había muerto 6 años atrás. Tampoco le importó responder, en medio de uno de sus consejos -con toques proverbísticos-, la pregunté que le había formulado aquel otro día, dos meses atrás:

- Cuando mi marido murió, pasé unos meses en China, con mi madre. Ella nunca entendió por qué vine a España a labrarme un futuro cuando podía vivir de un marido como los muchos que ella me había propuesto. Mis hermanos alimentaban a sus esposas, tenían hijos y habían triunfado en la vida. Yo me había fugado, como quien dice, con un hombre que aspiraba a mucho en un país extranjero. Mi marido era trabajador y ahorró para nosotras tanto que con lo que dejó podíamos seguir viviendo holgadamente. Decidí dejar el negocio que nos había ocupado durante veinte años y estudiar una carrera. Espero conseguir trabajo el día de mañana en este sector y demostrarle a mi madre la valía de una mujer frente al mundo.

A partir de eso, dejó de mencionar de nuevo todo lo que la concernía y no me dejó acceder a más información.
En navidades, como ya sabía donde vivía fui a recogerla a su bloque, ya que me acababa de sacar el carnet y quería darle una sorpresa. Llamé y al abrirme cogió rápidamente el bolso y se apresuró al rellano de la escalera. No pude ver nada de su casa, salvo unos pies, con las uñas pintadas de rojo, tirados en el sofá.

- ¿Es tu hija?
- Sí, sí que lo es.
- ¿Qué edad tiene?
- Cumplió los ventiséis hace dos semanas.
- Tendrás que presentármela un día, ¿no?
- Cuando asumas que no te va a saludar...
- ¿Cómo?
- Mi hija está en estado vegetativo a nivel emocional. Desde que murió su padre no habla, no mira, no responde a ningún estímulo. Sólo sigue con su vida, realizando las funciones vitales.
- Y...- la noticia me impactó en sobre manera- tú, Xiao,- ya había confianza para el tuteo- ¿cómo lo llevas?
- Se ha llevado tres años en China, desde que fuimos a ver a mi madre, y como no mejoraba, la traje de vuelta. La he llevado a todo tipo de médicos y nadie puede hacer nada. Al principio lo pasaba fatal, hoy ya lo he tomado como un estilo de vida e intento no pensar mucho en ello. Pero no he perdido la esperanza.

Xiao era, y es, sin duda, la persona más especial a la que he tenido el gusto de conocer. Por eso me extrañó el día que me dejó pasar a su casa y me golpeó con una tetera la cabeza.
Sólo recuerdo que caí al suelo, y que al despertar lo recordé todo con mucha nitidez. Oí a alguien hablando en el salón, y al asomarme a la puerta, vi la de la entrada abierta. Como tenía miedo, vi aquello como una señal del cielo y salí disparada. Al pasar por el salón, la mujer que estaba hablando sonreía. Supuse que era una vecina.

- ¿Ya te vas?- dijo Xiao sentada en el sofá.

La miré, miré a la vecina y miré a su hija, por primera vez, que me observaban de manera pausada y tranquila.

- Sí, Marina, no te vayas. Pensábamos que te quedabas a comer- inquirió la chica de rasgos chinos que abrazaba a su madre en el sofá.
- No...

Dejé atrás todo aquello, completamente confundida.
Al llegar a casa, y descalzarme, me vi las uñas de los pies pintadas en un intenso y precioso color rojo.

No volví a ver a Xiao, y al preguntar por ella en la Universidad me tomaron por loca. Nadie había visto nunca a una mujer oriental, que rondara la cincuentena y vistiera siempre de rojo. Tampoco quise pasarme por su casa. Y tampoco iré nunca a China.


*[Contrareloj]*

Una vida media tiene las suficientes horas como para consagrarse a todo lo que uno quiere.
No dormiré, no. Pero no se me va a quedar nada pendiente, eso lo tengo claro.
Mi futuro está ahí arriba, y no me refiero sólo a los aviones, a los cohetes, al universo y mi ciencia particular. Me refiero a los sueños. No sé cómo será mi literatura dentro de una década, pero estaré ahí para verlo.
Si me tengo que quedar sin comer para comprar óleos, tened por seguro que no será la primera vez que pase hambre.
¿Conciertos privados? Innumerables.
Y tampoco dejaré de cantar aunque el hombre del tiempo diga a nivel nacional que Marina Teba Sánchez es la causa de la borrasca del Martes.
¿Los libros? Apilados. Junto a los discos rayados y las películas de edición de coleccionista.
El espejo de mi alma no serán mis ojos, sino mi casa.
Aún así, tendré tiempo de sobra para amarle y fugarme con él, a descubir nuevas cosas, a todos los países que se dejen ser pisados.

miércoles, 22 de junio de 2011

martes, 21 de junio de 2011

*[Today, is a very special day]*

Será un día especial. Ciertamente no todo lo especial que me hubiese gustado. Pero será especial para mí. Es un punto de inflexión en mi vida.
A mí me gusta mi pelo recogido, porque hará calor y me parece elegante. A ti, no.
A ti te gusta mi pelo suelto, rebelde y sin peinar, como cuando me despierto.
Será un día especial. Pero tú no estarás.
Creo que optaré por recogerme el pelo, por esa manía tuya de venir y revolverme el peinado, tras horas de peluquería, con los dedos.
Quizá así te presentes, para decirme que, aunque estoy guapa de todas formas, te gusto más al natural.
Y que no podías perderte un día tan especial para mí.

*[II]*

Una vez controlado el tema de las ojeras con cuatro brochetazos de corrector, consideró oportuno retirar el café del fuego. Sí, del fuego. No le gustaban los microondas, que pese a ser prácticos, dejaban al calentar un sabor a ralentizado en las comidas. Miró por la ventana de la cocina, que daba al patio interior, mientras bebía, intuyendo el color preferido de sus vecinos por el color de la ropa interior que usaban y, al terminárselo, se puso unos vaqueros, cogió un libro y echó a andar escaleras abajo. Pilló el primer bus y se marchó a Sevilla, con la música a todo volumen, para que así se ensordeciera el volumen de su propio pensamiento. Los viajes en cualquier transporte público la calmaban, si eran de vuelta, pero la alteraban, si se trataba de la ida. Aunque eso depende de que se considere ida o vuelta.
Al llegar a la estación empezó a buscar la cara de los viajeros que se sentaban a esperar en los bancos, o incluso el suelo. Le encantaba, desde que era niña, jugar a inventarse los por qué de cada uno de los viajes que les aguardaban. Había viajado tanto que se conocía la ruta de todas las líneas de autobús y creía intuir de forma más o menos concisa la relación que había entre el destino y el destinado. Al salir de la estación, visiblemente excitada, se dirigió a los jardines de Murillo, en un intento de encontrar un lugar tranquilo y silencioso donde leer desparramada.
Enfrascada en su lectura estaba cuando un ruido la sobresaltó. Un ruido cercano entre los arriates que circundaban su banco de cerámica pegado a la pared trasera de los alcázares. Demasiado fuerte como para haber sido provocado por una lagartija que se moviese entre las enredaderas. Y cada vez más cercano. Intentó reponerse al pánico que le daba no saber con qué trataba haciendo como si no pasase nada. Como el ruido cesó, dejó de darle importancia hasta que una pareja de personas pasaron por su lado mirando de reojo. Más tarde, tres japoneses empezaron a hacer aspavientos y a señalar en su dirección, y por último, dos alemanes comenzaron a hablar de forma acelerada al caminar por allí. Se asomó, no sin cierto reparo, al pequeño jardincito que la rodeaba y enfocó la vista hasta encontrar el motivo de la agitación. "Ah, así que eras tú" pensó. "Un momento, en Sevilla no hay ardillas...¿no?". Aquel animal que la observaba, frente por frente, tenía la forma de una ardilla, la cabeza de un hámster gigante, y era ciertamente bonito. Bonito para aquel que disfrutase observando un hámster o una cobaya. Aguardó impaciente, y como el bicho no se movía, produjo un leve siseo a ver si le veía la cola. El animal, asustado, corrió encaramándose a las enredaderas de la pared de un salto y dejó ver una cola larga y sin pelos. "Anda, pues que rata más bonita". Dejó de leer allí, por cuestiones de higiene, y se echó a andar, satisfecha. Nunca había visto una rata, pero sería capaz de tener a una de mascota sin chillar de pánico. Para asquerosas, las cucarachas. "Voy a escribirlo en el blog: Estaba sola cuando...sí sola, sola porque...y no tengo que dar el por qué, es mi blog y cuento lo que me da la gana"
"Qué gracia, las ratas son de verdad bonitas".

lunes, 20 de junio de 2011

*[En orden]*

Para entender a una pareja primero hay que ver a los amantes discutir, amarse y dormir juntos.
En ese orden.

jueves, 16 de junio de 2011

*[Trabajar en Starbucks]*

Me gusta mucho mucho mucho alguien a quien tan siquiera conozco.
Sólo por haberme "regalado" un frappu caramel grande con doble de caramelo y mucho amor.
Y haberme recordado.
Y trabajar en un Starbucks.
Todo son puntos positivos.


martes, 14 de junio de 2011

*[Rolling in the deep]*

Teníamos la manía de estirarnos, y estirarnos, y estirarnos sin rompernos,
así que solíamos quedarnos flojos.
El mayor error que cometí fue prometerte
que siempre tendría quince.
El día que el tiempo me trajo dieciséis otoños, tú dejaste de quererme,
yo me volví ciega y no dejó de llover hasta que pude ver la humedad,
incluso sin córneas.
El segundo mayor error que cometí fue prometerte
que aprendería braille,
pero sinceramente, dejaron de importarme tus poemas
cuando volvió a salir el sol y pude ver el color de las mentiras,
incluso sin córneas.
Al final acabaste besándome. De nuevo.
En medio de esta realidad enfermiza,
sé que brillamos entre lluvias de ceniza.

Archívame.
Archívame para siempre.
Archívame, aunque acabe siendo un informe para ciegos



lunes, 13 de junio de 2011

*[La habilidad de poner nombres en Google]*

Las redes sociales te hacen fácil, mi amor.
Yo me expongo, a fin de esconderme
y pululo libre
para no levantar sospechas.
Las redes sociales te hacen fácil, mi amor,
pero hace tiempo que no te busco.
Te escucho, y no es un susurro, mi amor.
Te me cuelas por los altavoces
e inundas la sala y me inundas a mí,
que ya tengo mojados todos los muebles.
Las redes sociales te hacen tan fácil, amor,
que soy capaz de recordar momentos
que ya viví y creía perdidos.
Te hablo y me miras, me muestro y me escuchas
y no se quedan en el tintero ni palabras
ni demostraciones, ni canciones,
ni ciudades.
Las invitaciones de verano van a seguir en pie,
mi amor.
Pero ya no lloro, porque te habituaste
a ser persuadido, me cansé de hacerlo
y ni siquiera te sigo
aunque las redes sociales te hagan fácil, amor.



domingo, 12 de junio de 2011

*[Decadencia femenina]*

Las chicas de hoy en día ya no son damiselas en apuros.
Ahora les gusta hablar de sexo,
les gusta ser decadentes y moralmente incorrectas.
Las chicas de hoy en día corren mostrando sus pechos,
creyéndose bellas,
provocando al mismísimo diablo.
Las chicas de hoy en día usan corbata como ropa interior
y firman con pintalabios rojo, sabor cereza.
Las chicas de hoy en día ya no callan
y son igual de encantadoras,
pero sublimemente salvajes.
Las chicas de hoy en día son como flores carnívoras,
que atraen con la apariencia
y atacan desde dentro.
Las chicas de hoy en día pueden seguir enfundando sus espadas,
aunque ya no les queden enemigos,
porque les gusta la adrenalina
y, sobre todo,
sentirse deseadas.


*[SueñosvsRealidad]*

Descubriendo cosas como estas, no sé qué demonios hago queriendo estudiar una ingeniería:

http://grados.ugr.es/literaturas/

viernes, 10 de junio de 2011

*[¿Incertidumbre? Incertidumbre la de Heisemberg]*

La vi sosteniendo en las manos un libro de microrelatos, a punto de llorar. Supuse que le gustaba, y que era una chica que amaba los relojes a deshora y el té sin pastas, porque aquel era mi libro preferido.

- ¿Te está gustando?
- Sí- contestó sin dejar de ojear el papel.
- Te aconsejo que lo compres.

Por primera vez me dirigió la mirada y negó con la cabeza.

- ¿Por qué? Te gusta, ¿no?
- No tengo dinero.

Vi como asomaba un billete de 20 € por su bolsillo y se los señalé.

- Con ese dinero te da para comprarlo.
- Sí.
- Entonces deberías comprarlo, es muy bueno.
- Pero después no tendría para volver a casa.
- Ah bueno, ya lo comprarás otro día.

Le hice un gesto con la cabeza, y para no parecer algo irrisorio, me fui.
Volví al cabo de unas horas y ella continuaba en la misma posición.

- Si vienes otro día seguirá ahí, créeme.
- Me gustaría comprarlo.
- No podrás llegar a tu casa si lo compras.
- Ya.
- ¿Qué te está costando tanto decidir, pues?
- Pagaría por no volver a casa.

*[No me gusta el color de tus huesos]*

Una mancha de nacimiento en el muslo derecho.
Una quemadura en la rodilla izquierda.
Unos arañazos en el brazo.
Un chichón en la cabeza.
Una cicatriz en la muñeca.
Un moretón en la mejilla.

Y todo gracias a ella, o por su culpa. Según se mire.

miércoles, 8 de junio de 2011

*[Una pena]*

Mi madre me dijo que que nunca he sido una niña, o al menos, nunca he hecho las cosas que hace una niña. Yo la creo, porque ¿qué motivos tendría mi madre para mentirme?
Siendo así he decido que soy un ornitorrinco, porque de los ornitorrincos no se sabe mucho ni de mí tampoco, menos que me llamo Marina, me gusta el amarillo y mis padres están divorciados.
También podría haber sido un pingüino, no por ser negra, tener la barriga blanca y un pico por boca. Podría haber sido un pingüino porque al igual que ellos tienen alas y no vuelan, yo tengo una cualidad que me marca, y me clasifica por encima de todo, y no me sirve para nada.
Una pena.

*[Creer para crear y no crear para creer]*

Una vez me dijo un señor andaluz, de estos de bastón y mascota en la calva, que quien cree consigue crear, que cuando el sentimiento es tan fuerte lo demás viene por sí mismo y es que "creer" y "crear" sólo distan en una vocal.

*[A las espaldas]*

- Nunca me dijiste que me querías.
- Sí que lo hice, pero no a la cara.


lunes, 6 de junio de 2011

*[Sinatra empieza donde terminan las lágrimas]*

- ¿Has llorado por mí?
- No, pero he escuchado muchas canciones de Sinatra.

*[Cuestión de sexualidad]*

Ellos nunca serían felices porque él tenía un pene a tres fases y ella un clítoris relamido.

Se conocieron en primavera, cuando él contaba tantas muchas y ella otras menos. Él era congruentemente infeliz pese a tener de todo, porque desde pequeño le enseñaron a "ser un hombre".
"Sé un hombre", le decían. Y él lo era, pero menos "hombre" que la mayoría, porque le gustaba llorar y deshacerse en la forma de las nubes de verano. Le gustaba el olor de las flores y los colores alegres. Le gustaba cantar, tener sentimientos y expresarlos.
Ella era, sin embargo, calculadoramente más feliz, pero totalmente desgraciada, porque desde pequeña le enseñaron a "ser una señorita".
"Sé una señorita", le decían. Y ella lo era, pero menos "señorita" que la mayoría, porque no le gustaba sentarse de manera elegante, ni le gustaban los abrazos, ni los ositos de peluche. Había veces que no podía llorar aunque la situación lo exigiese. Le gustaba ir despeinada y oliendo bien, pero no a lavanda.

La sociedad se conformaba al oirle a él sus comentarios varoniles y al ver que ella desprendía una gran feminidad.
Al conocerse él la invitó a cenar y ella se puso su mejor vestido. Se llevaban bien hasta que cogieron confianza. Lo único que les diferenciaba era que el tenía pene, y ella dos pechos. Por lo demás pensaban de manera autónoma.
Pero ellos nunca serían felices porque él tenía un pene trifásico y ella un clítoris muy repipi.
A los meses de verse, tras el beso de la tercera cita y los arrumacos en el cuarto mes, afianzaron la confianza con un poco de intimidad.
La primera vez él la besó, le tocó sin gracia y la penetró ya que tenía que "ser un hombre". Sin embargo, él preferiría hablar con ella y tocarle el pelo hasta el amanecer.
La primera vez ella se dejó besar, tocar sin sentir nada y ser penetrada ya que tenía que "ser una señorita". No obstante, preferiría hablar con él y jugar juntos a la consola.
Fueron cinco minutos en los que a él le dio un gatillazo y ella se quedó seca, como si nada hubiera pasado.

Y esque ellos nunca serían felices, porque él tenía un pene a tres fases y ella un clítoris relamido.

sábado, 4 de junio de 2011

*[Felicidades, ahora sí]*

Hay veces que tienes muchísimas ganas de felicitar a alguien, pero tus ganas de llorar superan con creces todo lo demás.
De verdad te alegras por el otro, claro, pero no quieres ser tan falso como para fingir que tu alegría por su triunfo supera a la miseria en la que te estás hundiendo.

*[Atenienses 1, alemanes 0]*

Antes de que entraran los nazis en Atenas, los encargados del museo se encargaron de guardar todas y cada una de las vasijas y de enterrar las estatuas entre los cimientos del edificio.
En 1941, cuando los alemanes entraron en la capital griega, se encontraron con un museo vacío.

¿No es una historia preciosa? A mí me hace mucha gracia.

jueves, 2 de junio de 2011

*[La poesía y yo]*

El idioma es la patria de un poeta, y yo me siento exiliada de algunas palabras

*[Hansel y Gretel]*

Ahora entiendo perfectamente a la bruja del cuento de Hansel y Gretel:
Toda la vida construyendo la casa de sus sueños para que lleguen unos niños glotones y empiecen a comérsela.

*[El trauma de una niña ante el divorcio de sus sueños]*

Sé muy bien como es la quietud de mundo,
sé cuan verdes son las noches,
cuan tristes los álamos.
Sé cuanto volumen ocupo,
cuanta es la distancia que puedo recorrer,
cuan recta es mi nariz,
y que mis dientes están separados.
Sé que mis sueños pueden llevarse bien,
que pueden convivir juntos
sin llegar a matarse,
pero han de dormir en habitaciones separadas.
Sé lo irisorio de los ojos del gato,
del humo de la chiminea
y sé que los idiomas me ayudan
a hospedarme en hoteles de mala muerte
donde habitar con mis sueños
de habitaciones aparte.
Sé como llamarles para que vuelvan
cuando no se concilian del todo
y tienden a pelearse
en el pasillo que une sus habitaciones independientes.
Sé que toman trenes divergentes
y parten hacia ninguna parte.
Pero partes opuestas.
Sé como convencerles de que "todo va a ir bien"
y sé el número exacto de lágrimas que soltaran
al reencontrarme.
Sé que mis sueños me arroparán por la noche,
dormirán conmigo
y al día siguiente
volverán a saber llevarse
llevando en sus bolsillos llaves
de habitaciones diferentes.

miércoles, 1 de junio de 2011

*[Rosa del Desierto]*

Me creía lirio
y soy rosa del desierto.
Vivo de la arena
y el viento,
y no de la luz.
Es lento mi delirio,
muda mi voz,
y el placer mi cruz.
Conservaré congelado
el momento
del éxtasis
por siempre;
conservaré la belleza
impoluta e inverbe;
seré amada también
y creceré en susurros.
La rosa del desierto
no dista en nada
con las flores del campo.
Hipnotizando
no tiene rival,
y ante el vendaval
padece por igual,
sin cura
ni espanto.
La rosa del desierto
encandila
y arropa
como el lirio,
pero nunca será flor
porque el sol no la ampara
ni la adora
y la noche la persigue.
La rosa del desierto
está sola
y no siente
y no llora rocío.
La rosa del desierto
es estéril
como el sexo mío.
La rosa del desierto
está desierta:
el lirio no la iguala
por estar muerta.

*[Háblame, sólo háblame]*

Seguiremos hablando otro día. De otras cosas. O de ésta. O quizá esta misma noche, entre los sofocos de un verano que amanece y los sueños de una primavera somnolienta, a la que le están quitando el puesto.
Seguiremos hablando ahora, ahora mismo. No voy a dejar que te vayas a menos que quieras dejar de hablar, y para lo que tienes que hacer lejos de aquí, prefiero que te quedes. Tú mismo prefieres quedarte, lo sabes.
No es lo correcto, nadie dijo que lo fuera. Decidiste quedarte, o lo decidí yo por ti, aún cuando lo de ahí fuera era más importante. Entonces, ¿qué más da entonces? ¿qué más da ahora?
La charla banal no es trascendente, pero es placentera. Ambos podemos pensar, aquí dentro, que lo que poco importa fuera, o lo que mucho importa fuera, es totalmente comprendido por nosotros. Sabemos bien qué, quién, dónde, cómo, cuándo cuánto y por qué, y por eso hablamos de ello con total diluencia. Una charla sin ánimo de lucro, locuaz, que nos hace sentir inteligentes. Trascendentes frente a lo irrelevante.
Eso sí, no salgamos. Sabemos lo poco que importamos ahí fuera, extrapolados de nuestro ingenio y expuestos a la realidad.