martes, 31 de mayo de 2011

*[Sólo sexo]*

Sólo ha sido sexo,
norteño,
sexo por los kilómetros hechos
las horas de carretera
y el pasado a las espaldas.
Sexo porque nunca lo hubo
ni iba a haberlo
a menos que te recorrieses
los mil kilómetros que nos separan
ahora que de virgen me queda poco
y de mártir me muero de pena.
Sexo por hacerme sentir como siempre:
una mierda.
Sexo mientras yo lloro por los otros
y tú lloras, norteño, por mí.
Para ti ha sido una experiencia,
para mí sólo eso.
Sólo sexo.

lunes, 30 de mayo de 2011

*[De mi Negro a mi Naranja]*

En muchos países existe la cultura, entre mujeres, de cortarse el pelo ante algún desengaño amoroso. En sitios como Japón, Inglatera,... a golpe de tijeretazo se ven caer junto al pelo todas y cada una de las vivencias, los recuerdos, las emociones. O, al menos, eso esperan las desesperanzas chicas.
Es normal querer cambiar de look al terminar una relación, pero siempre lo he asociado a motivos como la sed de revancha. Eso de que cuando alguien te deja, tienes que demostrarle como sea que está equivocado, que vales mucho. Y como un estúpido o estúpida lo haces, demostrando de hecho lo poco que te importas a ti mismo o misma. Pierdes personalidad.
No obstante, siempre he tenido esa costumbre, no por llamar la atención del susodicho. Yo asocio mi pelo a momentos de mi vida, y eso es muy duro. Porque si me peino de tal forma, por muy superficial que pueda sonar, recuerdo que cuando empecé a salir con fulano me peinaba igual. Además, mi pelo crece muy deprisa.
De pequeña tenía el pelo sorprendentemente liso. Negro, liso, abundante y por las orejas. Con un kiki y un gran moño como aportación estelar de mi madre. Con los años me lo dejé por debajo de la cintura, muy al final de la espalda y se me empezaron a formar tirabuzones en la parte baja, que no llegaban a rizo por el peso. Así me conoció mi primer amor. A la primera pelea me corté el flequillo recto. Cuando lo dejamos definitivamente me lo puse bajo las orejas. Sé que llevaba con el pelo de esa forma muchos años, y con él sólo dos, pero se había encargado durante esos años de sobarme lo suficiente la melena como para entender que para él, yo siempre sería la chica de la melena negra de tirabuzones.
Me embarqué a mi segunda relación profunda con el pelo corto y muy liso. Cuando volvió a fallar, y ya que cambiaba de instituto, decidí, hastiada, dejar de peinarme. Pensaba que la gente me tomaría como alguien más despreocupado si me despreocupaba de mi imagen. Aunque como ya he dicho, todo esto se hace incoscientemente y además, han pasado demasiadas personas por mi vida como para hacerme un cambio cada vez que una aparece en escena o deja de hacerlo.
El tercer él me pilló inconclusa. Y con el pelo alborotado y corto. Como era un él de idas y venidas constantes 2010 fue el año de cambios de look más abrumador de todos. Me corté el pelo unas 5 veces, tuve todo tipo de flequillos y me cambiaba a diario de peinados en un vano intento, inconsciente, por supuesto, de que cogiera y se marchara de una vez por todas de mi vida...o mi corazón. La última vez que me corté el pelo fue sobre agosto del año pasado, y sí, se ha ido de mi vida, pero aún me falta limpiar el corazón. Tengo cita en la peluquería para el día después de mi graduación, el 25 de junio. Como le recuerdo junto a todo tipo de peinados he decido cambiarme el color, y depurarlo de raiz. ¿Qué mejor manera?
Voy a quemarle y de todo el carbón negro, surgirá un precioso fuego naranja.
Ya lo creo.

*[Raíces, tallo, hojas y fruto]*

¿Qué culpa tengo yo de tener la sangre roja y el corazón a la izquierda?

domingo, 29 de mayo de 2011

*[No estoy desnuda, llevo puestos mis principios]*

Cuando llegó a la fiesta en vaqueros, deportivas y camiseta nadie le echó cuenta. Pasó de inadvertida y no fue escuchada. Salió como había llegado: siendo invisible.
Fue a casa, se puso sus mejores galas y se dejó caer de nuevo por la sala. Todos le rieron las gracias, se interesaron por ella y la trataron como si fuese alguien.
Se desnudó allí en medio sin pudor ninguno, dejó su ropa doblada en el suelo y se marchó, en cueros, diciéndoles:

-Ahí teneis todo lo que queríais de mí.

*[Trucos de la mano de HP]*

Si quieres abrir la puerta de mi corazón es fácil, sólo tienes que decir "alohomora".

viernes, 27 de mayo de 2011

*[La que chilla y escupe y señala y la que llora en una silla]*

Existe la posibilidad, independientemente del porcentaje de éxito que tenga, de que el día de mañana gane un Cervantes, o incluso un Nobel. ¿Por qué no?
Existe la posibilidad de que el día de mañana tenga un trabajo apasionante, una vida plena y llegue a ser sabia, que es lo que siempre he soñado. Conocer, saber, aprender. Esa es mi vida. Crecer en cada uno de los sentidos en los que un humano puede crecer.
Ahora bien, actualmente ya hay gente que aprecia mi obra, o mi forma de pensar.
Mi gran pena es que nunca voy a llegar a la persona a la que he querido impresionar desde que tengo uso de razón. Da igual lo que yo escriba, lo que yo crezca, lo que yo sepa, lo que yo gane o lo que yo sea, que nunca seré suficiente para ella.
Todo esto: el blog, o mi persona, que al fin y al cabo es mi estación mental, caen en un saco roto. Todo esto sólo es uno de los múltiples intentos frustrados de una niña de llegar al corazón de su madre.

*[Gracias 2.0]*

Un día cualquiera, de esos grises, por poner,
voy a coger todas las poesías que protagonizo
en la boca de otros
en la mente de otros
y voy a forrar mi cuarto con ellas.
Porque esa es la Marina que quiero ser.
La Marina altiva,
la Marina reina,
la Marina capaz de mover al viento
o la Marina indefensa
bajo una farola.
Para ser consciente
que no sólo mis musas rigen el mundo
que percibo
y puedo llegar a ser la musa
de mundos ajenos.

lunes, 23 de mayo de 2011

*[Zorras, Zorras everywhere]*

Era del tipo de tía que intentaba aparentar ser muy dura, pero en cuanto se daba la vuelta se le caían las bragas.
Era calculadora, fría y una guarra. Pero claro, quién lo diría viéndola vestir tan escueta y con familia del Opus.
Si alguien se enteraba de algo, le acababan echando la culpa al alcohol, como siempre.

*[Locura sobre ruedas]*

Donatello, mi hámster, murió un día de tanto correr en la rueda.
Nadie me dijo que los roedores pudieran sufrir vigorexia.

domingo, 22 de mayo de 2011

*[Filosofía]*

Le estoy rezando a Santo Tomás por un examen justo como la polis de Platón: ¡Que me ponga Kant por Locke Marx quiera!

*[Falsa bondad]*

La cuestión del ser
no es otra que encontrarse
entre aquello que ama
o disfruta.
El placer de hallarse
donde uno gusta,
de buscarse en sí
y saber quién es
y para qué está aquí.
A todos asusta
perderse en rincones
circulares
o calles solitarias
por los lares
de las tentaciones,
sin pensar que
unas manos solidarias
te arrastrarán a la luz
algún día.
No obstante, lo harán.
Volcarán
tu oscuridad
en un cofre
devolviéndote la alegría
y conservando la gracia
encerrada,
de lo que te han arrebatado
debido a tu ignorancia.

Enero/2011

*[I wish that I had never met you]*

Then there would be no need to impress you.
No need for forgotten promises.
No need for rejected hugs.
No need for crying myself to sleep.
No need for acting like you care.
No need, for everything you've done to make me feel like absolutely nothing.

Febrero/2011

*[Borrasca seca]*

Complico y comprimo
en tu garganta
los gritos henchidos
de traición.
El ilícito tramo
entre dos persianas,
no personas,
que se divisaban
como enteras
resultando mitad
y mitad.
Desgarro y tormento
a partes iguales.

Marzo/2011

*[Blue Velvet]*

Tu no pasas de cosa
para seguir siendo vinagre.
Y supuras lo que quiero
escarmentándolo en azufre
cuando no tenía nada
por lo que acomplejarse.
Deja de amar de esa forma enrevesadamente
trascendental
o limpiate el odio con hilo dental
para borrar afanosamente
los restos deshilachados
de bestia
que habitan y bailan y cocinan y bostezan
entre tus dientes afilados.

Abril/2011

*[I]*

Se despertó pensando en lo tarde era y lo poco que podría aprovechar la mañana. La calidez de las sábanas de franela se contraponía al frío del mármol que habría de pisar si decidía levantarse. No tenía hambre, ni sed, ni sentía la necesidad acuciante de realizar ninguna otra actividad vital, por lo que prefirió quedarse un poco más perdiéndose en la inmensidad de aquel nórdico de Ikea, que pese a haberle costada nada y menos resultaba bastante reconfortante. O quizá fuese precisamente el hecho que resaltaba su comodidad el poco dinero que se había trenido que pagar por él. Aunque sinceramente si tuviese que elegir se quedaría con el juego de cama de la habitación de casa de sus padres. La independencia traía consigo el pago de una incomodidad en cobro de cierto tipo de libertad, que no toda. A ella no le importaba lavarse la ropa a si misma, planchar o hacer de comer si con ello conseguía fijar el horario a su tirmo y comer cuando le apeteciera, que no eran muchas veces. Además, la visión que le aportaba esa independencia era totalmente revolucionaria: le había cogido el gusto a realizar las actividades domésticas. Dejada a la rutina pasaba la tarde inmersa en sus pensamientos con las manos ocupadas, lo que le parecía aún mañanas reconfortante. Ser útil aún estando en su propio mundo. Una utilidad que nunca había sentido conviviendo en familia, pues ese mundo propio la aislaba de tal forma que su sola presencia bastaba como estobo, como molestia. Toda su vida había sentido que algo no encajaba, que ella no encajaba, y probablemente fuese cierto. Había días en los que no tenía nada que decir y acababa ofendiendo a todos los que se sentían ignorados, pudiendo ser también culpable la susceptibilidad de estos últimos. Otros, cuando no callaba, corrpía con saña la paciencia de aquellos que no tenían ningún interés real en escucharla, pero eran tan corteses como para oir sus sandeces un rato. Lo malo venía cuando el rato superaba la hora. Frases cortantes de todo tipo, respuestas que, al fin de cuentas, desconcertaban a una adolescente que tyodavía estaba maravillada ante los milagros de la vida. No obstante, si tantos rehuían su coloquio, si tantos se desganaban con sus descubrimientos, debía ser por algo. Así fue como poco a poco, de manera casi imperceptible, fue desilusionándose y abandonando la pasión que sentía por lo que la rodeaba, y con ello aumentaron los días de silencio y las tardes enclaustrada en su mundo. El breve tiempo que llevaba sola, había servido para reavivar esa llama sin llegar aún a prenderla. Pero ella interiormente ansiaba que la llamita, lejos de consumirse, quemara toda su visión actual del mundo, pues cabría entonces la posibilidad de hacerlo resurgir de sus cenizas, como si de un ave fénix se tratase, pese a la corrompida imagen gris que pululaba ennegreciendo todas sus opiniones sobre la realidad.
Pese a todo, la utilidad de esas tareas desembocaba en su capacidad de supervivencia, del mantenimiento de su propio ser. Antes que pensar en lo egoísta de sus consideraciones, escogió la opción de creerse, tras una vida de inservibilidad absoluta, autosuficiente, y esto le bastó.
El tiempo que naufragaba en su cama lo consideró una inversión pero no tardó en acecharla la conciencia, el Pepito grillo particular que habitaba en su cerebro y la instaba a realizar frenéticamente un cúmulo de tareas desorbitado a fin de que llegara a ser alguien en la vida. Porque para ser alguien en la vida, según le habían enseñado, era necesario sacrificar los domingos.
Se dirigió a la cocina a tomarse un café y al ver la nevera vacía una sonrisa triste le afloró en el rostro. Había pocas cosas que la inquietaran más en la vida que una nevera vacía, pues la comida significaba vida, y la ausencia de ella, algo no muy bueno. No muy bueno si veías la enfermedad o la muerte como lo que realmente son: parte de dolor, indiferencia e inexistencia, y no como algo excitante al alcance de todos. Tampoco era que ella sintiese miedo a la muerte, no superior al habitual, el normal. Simplemente le resultaba lejano. Mientras el café se calentaba fue al baño a asearse y saludó a la muerte en el espejo, le dio los buenos días y se lavó la cara para vivificarla un poco, pero sólo consiguió que, tras el frescor del agua, la piel se le enrojeciera y los ojos se le achicasen.

To be continued...

sábado, 21 de mayo de 2011

*[El aroma de un tango sobre parquet]*

Bailar era mejor contigo, cuando no se necesitaban orquestas.
Bailar era mejor contigo, cuando la música eramos nosotros.

*[Voto Nulo]*

Si pudiera votar este año, se encontrarían en mi sobre una loncha de chorizo. Muy representativo, por cierto.

viernes, 20 de mayo de 2011

*[Goodbye my almost lover]*

Darse cuenta, tarde, pero cuenta, que cantar no es suficiente, que soñar es permisible e inconsecuente, que pintar parece mediocre, que escribir es secundario, que la inteligencia se soslaya, que el humor negro no está de moda, que si lo normal aburre lo especial cansa, y cansa antes que cualquier monotonía que pueda ser asimilada, que el edredón es sintético cuando lo creía de plumas, que ver el mundo desde la cama era utópico, que el amor al arte es demasiado bohemio para la vida de a pie, que los museos, los teatros, los cines polvorientos, las bibliotecas y las casas encantadas son productos, todos, de la imaginación de una persona que nació con trastornos mentales, que la poesía no cura, sino que abre zanjas, que el amor no es dolor, que el dolor no es amor, que el drama es para la música, y la música es para los cascos, y no para la gente mundana, que los edificios mientras más bajos, más seguros, que los susurros, mientras más altos, mejor, que las lágrimas desorbitadas y las risas astronómicas no parecen sanas, porque son enfermizas, que lo enfermo ha de ser exterminado sin compasión, que la felicidad es simple y la gente compleja no tiene cabida aquí, porque parecen victimistas, porque el ser histriónico no puede ser cosa de dos, sino de uno sólo, y que ese pobre infeliz habrá de apañarse de por vida buscando algo normal, como gasa, que le cure la maldición con la que nació, que tú no me amas, porque sí que lo hiciste y que yo te amo porque no lo hice, y que quiero que seas plenamente feliz y que vivas una vida sana y normal, con toda la felicidad que eso conlleva, y yo no contenía.

*[El sol, los Girasoles y el Sol]*

Andar entre girasoles le parecía a estas alturas deporte nacional.
Esquivar tallos rotos y seguir el sendero del sol antes del ocaso era su especialidad. Seguramente nadie podría presumir de la misma profesionalidad que ella en la materia.
Los pétalos le atravesaban las yemas de los dedos y se fusionaban sin pedir nada a cambio. Ni agua, ni sol. Ella no tenía nada que las grandes flores amarillas necesitasen.
Ellas, sin embargo, le proporcionaban mucho más que cualquier otra cosa en el mundo. Reflectaban la luz solar recordándole lo hermoso que es mirar abajo, por muy bello que sea perderse por el cielo. No necesitaba el Sol, teniendo miles de ellos al nivel del pecho. La tranquilidad, el sonido de la ropa restregándose con lo natural, sin prisa, sin pausa, sin más.
Algunas veces se sentía a salvo, para nada presionada entre sus Babeles tornasolados. Otras, la mataba el hecho de sentirse insignificante, inútil y absolutamente prescindible para ellos.
Un día, sabiendo que nada podía aportarles, decidió abandonar sus largos paseos acariciando pétalos de girasol.
Desde entonces, ni el Sol consigue reavivar a las pobres plantas, que se han quedado ya sin Luz a la que seguir.

lunes, 16 de mayo de 2011

*[El (no) principio de Fermat]*

Parece ser que el principio de Fermat no puede aplicarse a mi persona:
Mi naturaleza tiende siempre a actuar por los caminos más enrevesados.

sábado, 14 de mayo de 2011

*[Bye-Bye Miss American Pie]*

Hay canciones que se aman y otras que, simplemente, se dejan amar.


*[La chica que cantaba Blues]*

Llegó y la encontró cantando.
No sabía quien demonios era, ni por qué estaba allí.
Pero tenía una voz preciosa, así que se quedó a escucharla.
Cuando la chica terminó él se le acercó para preguntarle por alguna buena noticia.
La chica que cantaba blues le miró durante unos largos segundos, le sonrió y se fue como había venido:
Con un interrogante, sin respuestas y con una voz preciosa.

*[Carta de una enamorada (de alguien) a su enamorado, que no es más que un desgraciado]*

Te quisiera querer como sé que quiero,
pero aquello quedó atrás,
allá fuera,
allá lejos.
Tan cerca de Él, tan pegado a su aliento.
Te quisiera querer como sé que quiero,
pero aquello fue una vez,
y tan intenso,
que me he quedado ya
sin amor y sin sentimientos,
como cuando agota su fragancia
el dulce y fugaz incienso.
Te quisiera querer como sé que quiero,
con toda mi alma, con todo mi cuerpo,
con toda la pureza que Él me robó,
con toda la inocencia que yo quise darle,
y quiero darte y ya no puedo.
Te quisiera querer como sé que quiero,
y si alguna vez te quiero
siéntete engañado, prohíbeme el intento,
pues no sería más que una desesperada
vacía y sin fruto, sin vida en la cara,
ocultando su tormento:
sentir que no siente nada.
Te quisiera querer como sé que quiero,
que no sé querer,
porque sólo quise allí y entonces
y supe querer allí y entonces
porque a quien quise fue a Él.

viernes, 13 de mayo de 2011

*[Gracias]*

¿Sabes eso de que pasa algo bueno y quieres verlo con perspectiva,
eso que es bueno y llevas tanto esperando y no puedes dejar que se diluya
aunque no tengas fuerzas para luchar por nada porque ya perdiste batallas y la Guerra y a ti misma,
eso que ahora que estás mustia te ha echado un poco agua, cosa que nadie había pensado,
y ha conseguido aflorarte un poquitín de verde, y tú te ves y piensas que en algún momento sí que fuiste una flor y que sigues siéndolo un poco, pero sólo un poco, y que con tierra húmeda, lluvia y el arcoiris,
tal vez, sólo tal vez, te salgan pétalos de la espalda como si fuesen alas perfumadas,
sabes qué es eso,
sabes qué es?

Pues eso me pasa ahora mismo a mí.

miércoles, 11 de mayo de 2011

*[La ausencia transpira, traspasa y se sustenta]*

Escúchame bien. Sí, tú.
No sé si será el redbull, o la mañana, o la falta de sueño, o el estrés de los finales.
No sé si será que te he recordado mientras soñaba despierta estudiando lo que dijo Marx,
que siempre me ha importado,
pero dejó de hacerlo por el breve segundo que saltaste al vacío de mi olvido.
No sé si será que te he leido la expresión, aquí y ahora, tan lejos de ti. Cuando estás triste,
o cansado,
o lejos de mí.
No sé, no sé qué es, qué será, pero, ¿acaso importa?
¿Acaso importa darme cuenta de que me encanta escribirte,
que escribas,
que te consagres a un sólo ídolo, o dos, o a los músicos y tus santos particulares
que no son más que héroes de una adolescencia mal llevada?
¿Acaso importa leer a un mal escritor o considerarme mejor escritora?
Que no es por superioridad lingüística, óyeme bien,
ni técnica, ni estilística. No.
Pero me enganchas, aún cuando ya estaba lejos, entre el Atlántico y el Pacífico
huyendo a Nueva York,
con tu maldita caña de metal forjado en rareza finjida (o soportada),
desde Sevilla.
Que no es que pueda considerarse tuya, o que tú seas de ella. Que no es el caso.
Escúchame bien, si, tú.
Y que conste que esto es un suicidio social. Pero estoy harta ya, exhausta de buscarme
entre tus líneas,
entre tus gestos (ya no) visibles,
entre tu música disconforme y amorfa.
Estoy harta de buscarme musa en tu escrito.
Es normal que huya, pero, ¿qué hago hablando sóla?
¿Acaso importa que haya dos yo ahora mismo?
¿Acaso importa que uno me diga, no eres tú, ella,
hablas sola
y el otro me susurre en grito que venga ya, por dios,
que te lee a escondidas porque te considera tu igual,
en términos literarios, incluso intelectuales?
Ahí el graso error, sí, tú.
Que somos distintos, porque yo me consagro a esto
pese a riesgo de ser totalmente irresponsable
con lo que me corresponde
y tú sólo sabes hacerlo como una niña adolescente
que canta al amor de toda la que pasa por la acera.
La ausencia transpira, traspasa y se sustenta.

lunes, 9 de mayo de 2011

*[Amarillo Neruda]*

No se puede comparar la exquisitez de la tinta
a este intento malogrado de carta sin destino.
No obstante, hacía tiempo que nadie
acentuaba
el rojo de las alfombras que transito.
Hacía tiempo que nadie consideraba
nobles
mis pasos o mi locura.
Llamar reina a una hoja caída
se antoja propio de artistas,
de pintores.
Prometo, cómo no, no decepcionarnos.
Y si lo hago...
siempre podrás relegarme
a la inmensidad de un sobre amarillo,
amarillo Neruda.

domingo, 8 de mayo de 2011

*[¿Princesa? Já]*

Al salir de clase, yendo hacia su casa, se paró delante de una frutería. Era la hora de la merienda, y los poderosos colores de las frutas la llamaban desde la otra acera. Amarillos, rosas, azules, morados, naranjas, verdes y rojos le deshacían la boca en agua. Compró una manzana. Perfecta. Tan roja y brillante que veía su propia cara reflejada en ella.
Andaba mirando los escaparates y comiéndose su manzana cuando se desmayó en medio de la calle. El tendero de la frutería sonrió y colgó el cartel de "cerrado".
Nadie podía explicarse el motivo de su coma. Ni los médicos, ni los curanderos, ni los exhorcistas... Es por eso que sus padres, en pánico ante la falta de información, acabaron aferrándose a la falsa creencia que todo el mundo había oído alguna vez: que vendría un príncipe que la besaría para despertarla.
Así pues, uno a uno, todos sus ex-novios, por si las moscas, pasaron por su cuarto (de nuevo), comentando lo bonitas que eran las cortinas y el papel de la pared, como si no las hubiesen visto nunca. Unos lo hicieron con mucho gusto, alegando que si la chica seguía dormida tras su beso al menos lo habían intentado, y sino, pues eso que se llevaban. Otros iban recelosos. Otros iban muy obligados.
El primer ex que se pasó por los labios de la chica, encantado, fue el chico más Romántico con el que ella había estado. La besó repetidas veces y salió disparado del cuarto, enfadado con él mismo por no poder formar parte activa de un cuento de hadas.
El segundo que puso los pies en la alfombra que ella tenía bajo la cama fue su ex más Feliz. Un chico que siempre iba alegre de un sitio a otro y de los pocos que había conservado como amigo tras una relación. La besó y salió algo apenado de allí, sin resultados. La echaba de menos desde que estaba en estado vegetativo. Un día intentó llevarsela de marcha, pero en coma, simplemente no era lo mismo.
El tercero, sin duda, podía considerarse el más Mocoso de todos. La había seguido de por vida y la acosaría hasta la saciedad. Al enterarse de que los demás iban a ir a intentar salvarla, salió disparado a ver si podía fardar esa noche de algo. Resultó ser que nunca sería un príncipe, pero oye, había besado a una princesa, ¿no?
El cuarto fue el más Dormilón, uno que no se movía a menos que se le arrastrase. Parecía que le costase incluso llegar a los labios de la chica. Viendo que tardaba mucho, los padres saltaron esperanzados, creyendo que la princesita había despertado. Ilusos. Entre tres sacaron a Dormilón de la cama, abrazado a ella, que se había quedado sopa.
El quinto llegó servido de un gran libro. El más Sabio creía que podría besarla de alguna forma efectiva. A cada página del manual los besos iban cobrando pasión y tuvieron que apartarle de allí cuando empezaba a quitarle la ropa a la pobre chica inerte. No lo habría disfrutado dormida.
El sexto, que se resistió hasta el último momento era el más Gruñón. El típico que la quiere hasta la médula pero una vez se sufre un mal de amores ya no quiere saber nada más de ella. Entre los otros cinco, menos Dormilón que andaba apalancado en el sofá, consiguieron estampar la cara de Gruñón, que rufiaba como si le metiesen ácido en la boca. No pasó nada. Bueno, sí. Que el tipejo se volvió a enamorar de ella, ahora que al estar dormida no podían discutir. Típico.
El séptimo, y casi olvidado, fue el más Mudito. Y Mudito porque no hablaba y era bajito. Llegó, la besó y se fue sin que nadie se enterase. Como cada noche que entraba en su cuarto antaño. Aunque tampoco fue necesario que se enterasen de nada. La chica siguió incosciente.
Pasaron los días y las semanas y los meses y los años. Y seguía tiesa. Sus padres hubieran practicado la eutanasia si hubiese estado conectada a algún cable. Que no estaba conectada ni al de alimentación, total, como toda princesa era anoréxica. Los padres no querían tener que soportarla al despertar cuando descubriese que pesaba 5 kilos más. Quita, quita.
Su príncipe, por lo visto, las prefería rubias, porque no aparecía.
Lejos, cabalgando lejos de allí, tan lej...

- ¡¿Qué demonios?! - dijo ella.

Cogió, se despertó y saltó de la cama. Se fue al baño, se pegó una ducha y se arregló. No sabía cuál serían las tendencias de esa temporada, pero el look pin-up nunca pasaba de moda.
Labios rojos, pelo negro, cara blanca, raya negra. Vestido. Tacones.
Recogió las cosas de su cuarto en cajas y llamó a un servicio de mudanzas.
Cogió el monedero.

- Papá, mamá, me independizo.

Y se fue de casa, dejando el rastro del eco de sus tacones y el olor a cerrado en su cuarto de la infancia.

*[SexyTeethBrush]*

¡Estoy que me salgo! Dos videos en un día.

Pues aquí os dejo un video con el que me he reido a más no poder. Claro que sí, señores. ¡¡No hay nada mejor que reirse de una misma!!
Es una video-respuesta al video de Rush Smith, el chico más dulce de la comunidad youtubera.
Ahí les va:

viernes, 6 de mayo de 2011

*[La escritura y sus virtudes]*

Cuando atravesé la puerta me extrañé ante la ausencia de olor. No es que esperase un olor concreto, pero sí a algo de comer. Siempre que volvía de trabajar, y como ella trabajaba por las mañanas, solía encontrarme el dúplex almizclado de olores. Una armonía perfecta entre el aroma de las sales minerales del baño que ibamos a tomar y los efluvios de lo que se cocinaba en el horno. Bien podía ser pescado, carne, verduras o el postre. A veces pensaba que variaba a diario por sorprenderme, pero lo cierto es que residía en la manera tan natural que tenía de ser efímera, inestable y escurridiza.
Me dirigí al salón guiado por el sonido de las teclas. Al llegar me la encontré en la esquina, detrás del piano, y con mil folios desparramados por el suelo. Sentada de forma irracional -rayando lo incómodo- se aferraba a la máquina de escribir compulsivamente. Conocía esa inspiración fugaz, pues yo también la sufría, y sabía cuan productivo podía ser expremirla, así que intenté no hacer mucho ruido y dejarla terminar.
Descubrí el fin del frenesí cuando se quedo quieta delante del último folio, lo sostuvo entre sus blancas manos, lo releyó varias veces y miró a su alrededor hasta descubrirme a mí.
Eran esos momentos los que aún a día de hoy no sabría describir. Al terminar de escribir su mente encabalgaba entre lo real y lo ficticio y se confundía de manera artificiosa en sus excesos teatrales. Todavía le quedaban retales de emociones enfundadas en tinta, siendo los minutos posteriores a su creación literaria los más vívidos, los más, si se me permite decirlo, realmente exaltados. Dependía de la sensación última, si era dolor, amor, o amargura el estado que la definía esa noche.
Me agaché a recoger alguno de aquellos folios. Éramos nosotros, en ese preciso instante, y no tardé mucho en entender qué quería, pues al alzar la vista la contemplé estirando sus manos hacia mí.
La agarré con mucho cuidado y la tiré entre los folios, tal y como había escrito. Acaricié con el dorso de mi mano la perfección del óvalo de su cara y seguí por el cuello, descendiendo después por el esternón hasta llegar al dobladillo de su camiseta. Jadeaba nerviosa, como cada vez que apreciaba en mi mirar intenciones poco ortodoxas. Una vez más se encontraba desnuda ante mí. Y no me refiero a la desnudez carnal, que tan poco le suponía y tan banal era, sino a la desnudez emocional. La besé mientras temblaba y cerraba los ojos con fijación. Decidí apartarme a apreciarla, cosa que la relajó notablemente. Cuando abrió pesadamente los ojos, más tranquila, los tenía como vidriosos, como huidizos y a la vez tenaces. Puso la mano en mi cuello y me acercó hacia ella, entreabriendo la boca. Era pequeña, húmeda y cálida. Se me iba entre las manos, como la arena del mar. Y sin embargo, se quedaba en ellas y me arrastraba. Poco a poco, junto a los folios, fue apilándose nuestra ropa. Sus mejillas encendidas era lo único luminoso entre aquel enjambre de abejas que me recorría todo el cuerpo. Su pecho subía y bajaba en el poco espacio que la alejaba de mí. Hasta que no quedó espacio y fuimos un sólo ser, que sentía lo mismo. Que no pensaba, que no sabía. Éramos una simple sensación, un único olor, un espacio. Éramos complicidad y aliento, saliva y calor.
Éramos ella.
Éramos yo.

La levanté con ternura, y la llevé a la cama, observando el pudor que la recorría al sentirse desnuda y desnudada. La tumbé y con ella yo. Me dejé ir entre sus rizos, sus pestañas, su olor y me dormí en el pequeño hueco que separaba sus dientes. Soñé con ella, agazapada entre mis pies, viendo como se nos pasaba la vida escribiéndonos mientras nos amábamos y amándonos mientras nos escribíamos.

miércoles, 4 de mayo de 2011

*[Trece kilómetros]*

El tener una tarde por delante y no demasiadas ganas de llegar a casa fueron los principales motivos que la condujeron a decidir caminar aquellas dos horas, aunque no contó con el chaparrón.
Aquella tarde, esperando a un autobus impuntual- como era de costumbre-, se dio cuenta de que pese a haber estado en la otra punta de Europa, nunca había cruzado las bifurcaciones de los pueblos que transitaba normalmente. Antes de seguir con aquella hipocresía prefirió tomar medidas. Serían unos trece kilómetros, pero ella no tenía prisa.
Sóla por la calle se sentía independiente, en lugar de asustada. No llevaba móvil, y tampoco nadie sabía dónde localizarla. Estaba sóla frente al mundo.
Un leve chirimiri-calabobos le presagió la tromba de agua que la cegaría después, pero decidió ignorarlo pues hacía suficiente calor como para disipar cualquier otro pensamiento.
Comenzó a llover en el tramo menos adecuado, cuando la carretera dejó paso al albero, entre una comarca y otra. No obstante, el barro y sus dificultades le parecieron entretenidas. Saltando de malashierbas a trozos de roca consiguió alcanzar, como si fuera la orilla contraria de un río, el otro tramo de asfalto.
Algunos coches pararon, conmiserados, a salvar a la pequeña chica que vestía de corto sin paraguas. Sin embargo, ella con una sonrisa les negaba la petición, no por desconfianza, sino por placer. Ya se había decidido a llegar a pie.
Allí, esa tarde, tuvo la certeza de que el mundo no tenía nada que hacer frente a ella. Se lo podría comer si quisiera. Sin sentido o con él.
Lo que otros considerarían como una locura innecesaria capaz de provocar una gripe inminente en cualquiera, ella lo veía como un acto de romanticismo y conexión con el mundo.
Llegó empapada no sólo de agua, sino de olor a mojado, antojo de libertad y alardes de grandeza.

*[Ya pasó, Marina]*

Estacionada en el andén
sin esperar más que horas
conectada (de oídos) al edén
de mi mundo musical
de amapolas musitadas.
Te escucho entre los versos
de un poema mal cantado
o una canción mal recitada
sin saber si atender a tu llamada,
la de un fantasma transgresor.
Un fantasma sin reglas,
sin existecia ni halo,
sin miedo ni pecado,
pero con olor a lluvia.
El tren parte
entre la niebla y la noche
pero no sabe a novela negra.
Huele a nuevo,
a plástico y gente urbana
que no conocen el significado
de la palabra misterio.
Ya lo paga el ministerio
y lo pintan los analfabetos
en tonos neón.
No se sentará Hercules Poirot,
de eso estoy segura.
Pero, gracias a Dios,
el tren va demasiado rápido
y el fantasma, la niebla
y el misterio
no serán capaces nunca
de alcanzarme dentro de la
contemporaneidad
de mi Ipod.
Ya no.

martes, 3 de mayo de 2011

*[Observaciones pueriles]*

Ponerle cara a la expresión oral se convirtió en indispensable desde que soy una niña. Ya no entiendo bien el lenguaje sin acompañarlo de una expresión facial.
Me di cuenta, un día, que cada una de las cosas que salen de la boca de un narrador acarrean graves consecuencias en sus gestos, sus ojos, sus labios. La devastación de un acontecimiento estremece hasta el punto último de las orejas. Por eso atiendo a aquellos que hablan, aunque no se dirijan a mí. Puede ser que me guste descifrar cosas.
Cuando alguien me cuenta algo que le dijo un tercero es raro que no se encuentre con la siguiente pregunta: "¿Con qué cara lo dijo?"
A fin de cuentas, tras la palabras, los cuentos recorren los pliegues de la piel de aquel que habla.

*[Nueva York escrito en español]*

De verdad que aún no sé cómo reaccionar.
Hace tan sólo media hora que me han comunicado que este septiembre me voy una semana a Nueva York.

Será tachar un gran sueño de la lista.

NEW YORK