Cuando llegó a la fiesta en vaqueros, deportivas y camiseta nadie le echó cuenta. Pasó de inadvertida y no fue escuchada. Salió como había llegado: siendo invisible.
Fue a casa, se puso sus mejores galas y se dejó caer de nuevo por la sala. Todos le rieron las gracias, se interesaron por ella y la trataron como si fuese alguien.
Se desnudó allí en medio sin pudor ninguno, dejó su ropa doblada en el suelo y se marchó, en cueros, diciéndoles:
-Ahí teneis todo lo que queríais de mí.
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