miércoles, 28 de marzo de 2012

*[La era del latín ahumado]*

- ¡Ey! ¡Escucha! Esto no me gusta.

El hombre se la quedó mirando atónito, como si la cosa no fuera con él.

- Sí, tú- le señaló por si le quedaba alguna duda-, ayúdame, por favor.

Ella observó, desde abajo, como su mirada era noble a la par que sinceramente feroz. Él supo en el primer instante que posó su mirada en el cogote, aún sin extender los brazos para ayudarla por recelo a lo desconocido, que la iba devorando con el éxtasis que el enfermo mental muestra hacia el objeto de su acoso. Le parecía hermosa por el rabillo del ojo pero era cauto y no quiso juzgarla hasta que la chica hablase de nuevo y mostrase su verdadera intención, una explicación del incidente, o cualquier otra interacción en la que pudiese intuir entre el deje de las palabras cómo era ella para poder luego invitarla a un café o una cerveza, dependiendo de lo fugazmente analizado. No obstante, la que pedía auxilio no era obtusa tampoco. Llevaba todo el trayecto de calle observándole de lejos, cavilando sobre la mejor manera -entre miles- de acercársele. Intuyó por su atuendo que le hacía falta un descarado soplo de amenidad que alterara su rutina vestida de traje, corbata y ojeras, así que optó por el dramatismo casual, comedido y eficaz.

- ¿Estás bien? - le preguntó él educadamente.
- No, no me gusto a mí misma por no haber sido nunca una intención llena de sonrisas.

Él calló, mirándola con el cejo fruncido, intentando adecuarse a sus deseos más internos, aprovechándose de la situación y leyendo entre palabras. Al cabo de unos segundos, encontró la solución.

- Entiendo.

La ciñó a su cintura y le dió un beso en la frente.



Pasó más de un mes hasta que se pudieron citar por primera vez a solas desde su primer encuentro. Las otras ocasiones que habían quedado coincidieron con otros, relleno necesario a la vergüenza inicial. Así, con gente de por medio, era más fluido mirar furtivamente y humedecerse frecuentemente los labios. No eran ya adolescentes para andar con vicisitudes, sin embargo, tales encuentros dieron lugar a noches de pasión, que no hubieran sido posible sin la complicidad en la que se veían absortos al estar rodeados de personas que importaban, en esos momentos, menos que nada. Aún en esas noches lascivas no sintieron una intimidad equiparable con la experimentada en la siguiente conversación, ya avanzada la tarde, cuando ella se rizaba el pelo con el índice y el pulgar chocando sus pupilas contra las de él.

- Todo lo que sabía del amor lo aprendí en los libros. Es lógico que mi visión romántica pueda verse alterada por ideas preconcebidas de fuentes no muy fiables. No es de extrañar que siendo mis libros guía Lolita, las distopías, El Gran Gatsby, Don Juan TenorioEl Quijote o La Celestina en vez de cuentos de hadas propios del mismo Hans Christian Andersen, el concepto sea confuso. Ya debido a la conmoción que me produjo la mitología de Amor y Psique debería haberme alertado, mas ¿cómo iba yo a saber que me arrastraba vertiginosamente al drama gratuito?¿cómo sabría entonces que la soledad terrenal se me antojaría no como pesadilla rutinaria y sí como enfermedad crónica auto inducida?

- No sabría decirte, siempre me he esforzado por entender las causas más intrínsecas del amor al uso, pasando por tu romanticismo barato, pero lo veo inútil.

- No estás siendo justo- le respondió ella arrugando la nariz, dolida-. Ya sabes de lo que hablo.

Él se sentía culpable ahora, y no por herir los sentimientos de ella en sí, ya que era deliberadamente cruel con asiduidad, sin excluir a nadie, y lo tomaba como cualidad nata, si no por el motivo del comentario. No creía que su romanticismo fuera barato, porque aunque ciertamente siempre lo había usado como bandera verde a la cama de muchas otras, ahora, con ella, le corría por las venas una extraña dulzura cada vez que la veía bailando, tocándose el pelo o mordiéndose los rojos labios. "¡Será posible!" pensaba narcotizado ante cualquiera de los gráciles movimientos de la chica. "¡Será posible, viejo amigo, que te estés enamorando!" se decía a sí mismo al mismo tiempo que sonreía sarcásticamente, negándoselo.

- Te equivocas. No sé de lo que hablas.
- Como quieras.

A partir de entonces, la charla obró a mal. Él se arrepentía de enamorarse, y por partida doble, pues más le dolía saber que al conocerla le dio a entender que era un alma sensible y sincero que la apoyaba sin conocerla y la entendía con sólo mirarla. Le dolía ver que su máscara para llevarla a la cama se estaba apoderando de su propia cara.
Ella, por el contrario, sabía desde el principio cual era la verdadera cara de él y cual la máscara que le comía terreno. También entendía que el punto débil que le mostraba entonces a él era el mismo que el que pasó por fuerte en su carta de presentación: el dramatismo. El dramatismo comedido puede ser una trampa de doble filo, a la que caes precipitadamente sin encontrar salida. O peor aún, si caes y concibes que el mundo no existe fuera del universo paralelo -y distorsionado- del agujero que tú mismo te has cavado.

Acabaron en una cama, abrazados y exhaustos. Él supo que la quería, que sin intención ya era sonrisa, y ella que la iba a querer siempre y como su existencia -debido al drama- era exclusivamente agridulce en el contenido y trágica en el desenlace comenzó a difuminarse entre las sábanas hasta desaparecer, dejándolo a él postrado en un recuerdo, abrazando al amor de su vida, a la nada, como la perfecta escena final del relato que ella habría escrito de su vida.


*[And this old world is a new world]*



It's a new dawn
It's a new day
It's a new life
For me
And I'm feeling good

martes, 27 de marzo de 2012

*[Reciclaje insensato]*

A veces me siento un poco desechable. desecha. deshilachada. despreciable. despreciada


A veces me siento un poco inútil

viernes, 23 de marzo de 2012

*[The times they are a-changin]*

Que mejor que citar a Dylan para justificar un lavado de cara. Esto necesitaba color porque lleva mucho sin ser lo mismo. Queda inaugurada otra fase de mi estación mental.

miércoles, 21 de marzo de 2012

*[I tell you what you already know]*

Si pienso lentamente, a sabiendas  y degustando cada recuerdo, puedo llegar a no sentir nada. A ser consciente de que ya no te conozco, de que estás lo suficientemente lejos de mi vida como para perder el tiempo si quiera en elucubrar sobre cómo andas de ánimos o si sigues luchando por tus sueños como solías hacerlo. No sabría describir tu cara o tus gestos, ¿importa eso acaso? ¿importan tus rutinas? Ahora no importas.

Si te viera, podría pensar que me pasaría desapercibido, que sería un detalle sin importancia en una tarde de primavera adelantada. Ni te miraría. Aunque...

si te veo, el corazón se me podría parar. Bastaría un sólo segundo para plantearme otras vidas. Por eso no mirarte, no verte, eliminar cualquier rastro de tu existencia como si de una quimera ardiente y escurridiza se tratase, es lo acatable. Yo te hago real o imaginario.

He perdido todo ápice de tu olor. Sólo eres un recuerdo prefabricado en mi subconsciente, una idea sin cuerpo. ¿Podría seguir reconociéndote así entre la multitud de gente ? ¿Recorrería aún de memoria los surcos de tu iris vaporizado? ¿Qué pasaría con la ausencia de tu cara? ¿Te seguiría llamando por tu nombre estéril? ¿Lloraría tu pérdida etérea? ¿Correría tras la sombra de tu forma identificable? ¿Atendería a tu voz alterada?

No. Porque ya no existes.