Me creía lirio
y soy rosa del desierto.
Vivo de la arena
y el viento,
y no de la luz.
Es lento mi delirio,
muda mi voz,
y el placer mi cruz.
Conservaré congelado
el momento
del éxtasis
por siempre;
conservaré la belleza
impoluta e inverbe;
seré amada también
y creceré en susurros.
La rosa del desierto
no dista en nada
con las flores del campo.
Hipnotizando
no tiene rival,
y ante el vendaval
padece por igual,
sin cura
ni espanto.
La rosa del desierto
encandila
y arropa
como el lirio,
pero nunca será flor
porque el sol no la ampara
ni la adora
y la noche la persigue.
La rosa del desierto
está sola
y no siente
y no llora rocío.
La rosa del desierto
es estéril
como el sexo mío.
La rosa del desierto
está desierta:
el lirio no la iguala
por estar muerta.
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