jueves, 2 de junio de 2011

*[El trauma de una niña ante el divorcio de sus sueños]*

Sé muy bien como es la quietud de mundo,
sé cuan verdes son las noches,
cuan tristes los álamos.
Sé cuanto volumen ocupo,
cuanta es la distancia que puedo recorrer,
cuan recta es mi nariz,
y que mis dientes están separados.
Sé que mis sueños pueden llevarse bien,
que pueden convivir juntos
sin llegar a matarse,
pero han de dormir en habitaciones separadas.
Sé lo irisorio de los ojos del gato,
del humo de la chiminea
y sé que los idiomas me ayudan
a hospedarme en hoteles de mala muerte
donde habitar con mis sueños
de habitaciones aparte.
Sé como llamarles para que vuelvan
cuando no se concilian del todo
y tienden a pelearse
en el pasillo que une sus habitaciones independientes.
Sé que toman trenes divergentes
y parten hacia ninguna parte.
Pero partes opuestas.
Sé como convencerles de que "todo va a ir bien"
y sé el número exacto de lágrimas que soltaran
al reencontrarme.
Sé que mis sueños me arroparán por la noche,
dormirán conmigo
y al día siguiente
volverán a saber llevarse
llevando en sus bolsillos llaves
de habitaciones diferentes.

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