lunes, 18 de julio de 2011

*[La cosa perdida]*

Le empecé a llamar "la cosa perdida" desde el momento en que el pronombre "él" me sonó típico. O tal vez todo comenzase cuando al verle un día mirando al infinito, la boca le tembló un breve segundo y los ojos se le iluminaron, pero volvieron a establecerse, como si aquel espasmo sólo se tratase de un espejismo.
Él era cosa por actuar con una total y deliberada carencia de racionalidad, y estaba perdido porque no veía más que oscuridad a donde mirase. No me entendais mal, la oscuridad no se basa en tristeza o dolor - que en parte, también- sino en un estado de luces inexistentes. Él no sabía a donde iba, pero tampoco tenía los ojos vendados. Lo peor de la oscuridad es que no puedes verte a ti mismo.
Es por eso que a lo largo de los años, la cosa perdida fue aferrándose como a un clavo ardiendo a toda aquella luz que viese pasar. Las agarraba y asfixiaba para ver, iluminados por su luz, su propio brazo, agarrándolas. No obstante, no eran unas luces muy poderosas, y tampoco estaban destinadas a morir a manos de un loco desesperado. Desesperado y perdido. La mayoría de esas luces no pasaban de espejismo, de oasis. Y volvían a sumirlo en una oscuridad absoluta.
Yo sabía que mi cosa sólo estaba perdida, por eso la solía dejar en la oscuridad sufriendo. No por cruel, sino por educadora. Hay que comprender que mi cosa perdida primero tendría que aprender unos conceptos básicos. A saber:
- La cosa perdida no debía esperar a otras luces para verse a sí mismo. El conquistar a cualquiera de esas luces y que le acompañase en su travesía correspondía a verse reflejado por otra luz ajena. Y él, aunque no lo supiese todavía, tenía una luz propia mucho mayor que cualquier incandescencia de pacotilla. Para encontrar la felicidad no debía buscar a nadie. Ni aferrarse a nadie. Él se tendría que bastar por si sólo, porque como ya os digo, nadie tendría una luz más bella que la suya. Así podría verse al menos y la oscuridad no le daría tanto miedo.
- Cuando dejase de ser cosa, tendría que dejar de estar perdido. Sin embargo, eso es imposible si estás rodeado por oscuridad plena. Para ver el camino necesitaría al alguien tan poderoso como para que su luz propia, además, iluminase el camino que él debía seguir.

Y únicamente cuando dejase de estar perdido -ya sin ser cosa- y fuera él sin sus circunstancias, sería feliz.

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