Lo nuestro no son más
que fotografías
grabadas en la retina
de un pez.
Una sardina
con memoria
de usar y tirar.
El objetivo que nos tomó,
allí y entonces,
se asemeja
a un caleidoscopio.
El fotógrafo
hizo un acopio
de fuerza,
allí y entonces,
para allanar
la intimidad
de pies filatélicos.
La película
nos sacó
fuera de contexto,
allí y entonces,
dejándonos en la estacada.
Y por remedio,
el autostop.
Justo cuando supimos
que saldríamos bien,
nos equivocamos.
Ocho/Agosto/2010
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