lunes, 26 de diciembre de 2011

*[Hallelujah]*

"Detengamos el tiempo" me susurraste al oído.
Fue entonces cuando comprendí que el amor sólo duraba un "aquí y ahora" y que nadie sabía si el año que viene nuestros caminos tomarían senderos separados.
Me llevé hasta las doce de la noche del 31 de diciembre intentando detener las agujas del reloj. Consulté manuales, visité a un chamán, trepé al Big Ben, invoqué a la naturaleza, lloré todas y cada una de las horas que se me iban escapando.
Cuando sonaron los cuatro cuartos mi corazón empezó a acelerarse a un ritmo vertiginoso. Las seis primeras campanadas consiguieron que una atea rezara por el amor eterno. Acudí a todos los dioses que se me ocurrieron, les prometí, les juré, y nada, las uvas seguían consumiéndose. Las últimas seis campanadas le rogué al diablo, como última alternativa. Hacer un pacto con el demonio entraba en mis planes. Para qué iba yo a querer un alma si tú no estabas a mi lado. Pero nada. Nada.
Me quedé sentada mientras mis familiares me zarandeaban, me felicitaban el año nuevo y me deseaban toda la suerte del mundo. En cierto modo, iba a necesitarla.
Viniste a mí, a besarme, henchido de amor. Era tanto el tiempo que te había sentido perdido, tanto el tiempo que había sufrido por conservarte, tanto el tiempo que había elevado tu figura a algo eterno, que cuando quise besarte había demasiado dolor en mi alma como para seguir amándote. Y ya no volví a hacerlo. Nuestro "aquí y ahora" terminó aquel año, aunque nuestro amor siguiera siendo eterno.

1 comentario:

  1. Esta también me ha gustado especialmente, pero aparte de eso no se puede añadir más :) Muy buena también :) LLevaba un tiempo sin comentar nada en tu blog, a ver si me mantengo actualizado y veo tus entradas en prime time...

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