sábado, 12 de marzo de 2011

*[Miasma]*

Érase una vez, un chico que no podía oler. Estaba tan asustado de su incapaz olfativa que lo ocultaba a los demás, para ser aceptado como todos, como un chico normal.Compraba un perfume tras otro y de cada uno hacía una descripción exacta. Definía con rigurosidad el matiz frutal de unos, o la esencia especiada de otros. Todos admiraban su gran capacidad olfativa a lo largo de los años y contaban con él como catador oficial de aromas y olores. Él, amén del refrán "Presume de lo que tienes y te diré de qué careces", supo sobrellevar sus complejos con mentiras.
Un día, harto de no poder decir "huele delicioso" sinceramente cuando le ponían un plato por delante, decidió emprender un viaje caótico para buscar por el mundo el olor de su vida. Aquel que le permitiera adquirir olfato, el que hiciera nacer en él aquello que nunca había tenido.
Corrió y corrió por montañas, por lagos, por campos, entre olivos, sauces, ríos, eucaliptos, granadas. Ciudades, barrios, edificios, ladrillos, comida basura, chocolate, bizcochos, muebles, libros. Corrió y corrió oliendo la miel de cada abeja, la frescura de cada roca encriptada en el mar. Y al final, arrancó un lirio del prado lateral a su casa, antes de terminar su viaje.
Lo rozó, lo miró, lo jugó, lo poseyó, lo olió tanto, que acabó marchitándolo.
Tras eso, tuvo el valor suficiente de volver a su vida alardeando de su buena nariz. Pues conoció suficientes fragancias como para acabar creyéndose él mismo que podía oler.

2 comentarios:

  1. Interesante. Me ha gustado esta historia Marina :)
    Lo gracioso es que conozco un chico que no puede oler.

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  2. Porque llega un momento en el que queremos creer nuestras propias mentiras.
    me gusta un montón como escribes!

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