Todo esto es lo que te dura.
Un segundo de locura.
Lo que te inhibe
y te comprende
a la vez.
Tu dulce deidad de espasmo.
El momento de parálisis
de decisión,
después el acto:
tu mismo nombre escrito
en flamantes letras de neón.
Y tras el calentamiento inicial,
el aburrimiento pasivo
y la necesidad de algo nuevo.
Algo que sacie lo que no se saciará.
Tu árbol chupa cada charco,
algún que otro lago,
pero ni el Mar,
ni el agua Marina
pudo saciarlo.
Quizá porque tenía sal,
o cal,
o encanto.
Y te cerraste a cal y canto
por el escozor.
Sea como fuere el árbol solitario
y los pantanos que transita...
el Mar sigue estando sólo,
ahogando a alguno que otro
que se enamora de su soledad
y aún no ha probado la salitre.
También sus aguas son intempestivas
y espontaneas:
de rápida ejecución y error fácil.
Porque aunque yo sufriera de la mala
tu bulimia misógina es más preocupante.
Al oir tu triste llanto
ResponderEliminaren marinera me convertí
pues sin tu dulce canto
las sirenas no saben vivir
(Perdona mi intento, pero se me da fatal la poesia :$)