sábado, 24 de noviembre de 2012

Del pardo al blanco


Esta mañana, un anciano se sentó a mi lado en la parada del autobús. Me miró con la mirada perdida, en un triste y lejano celeste, y sonrió.
Hay personas a las que los años les traicionan en forma de fragilidad, en el claro de los ojos. Me pregunto si a mí también me pasará, si mis ojos se tornarán pálidos por temor al tiempo. Sobre todo, me pregunto si tú estarás ahí para verlos: claros, cansados, gastados de pura vida.
¿Cómo conservaremos tanta juventud entre arrugas? ¿Cómo se nos verá el brillo con cataratas? ¿Tomarás mi mano artrítica? ¿Me sacarás a pasear con bastón? El amor…¿seguirá vivo pese a los infartos?
No te imagino besándome con dientes de mentira, ni acariciando pelo blanco.
No podría.
De lo que sí estoy segura, es que si te dieran la oportunidad de cambiar algo de todo lo que hubieras vivido, no lo harías. Quizá ser tan bueno, quizá renegar de la plata. Pero siempre te quedarías conmigo, viendo como los ojos se me aclaran con los años.
Y yo, si hubiese un paraíso después, tan bello, tan esperado, tan eterno, lo gastaría en encontrarte, hasta que el color de mis ojos desapareciese por completo.

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