miércoles, 16 de enero de 2013

*[You only live twice]*

No podía dejar de pensar en un arpa tocándose sola cuando la pelota me golpeó la pierna. Miré a mi alrededor y vi a un chico corriendo hacia donde me encontraba. Bajé la mirada y le di una patada. Me dio las gracias mientras corría con el balón a sus pies.
Me costó tiempo darme cuenta de que mi mejor amigo estaba a mi lado, mirándome extrañado.

- ¿Perdona?
- Te decía que Sergio está solo este fin de semana. Vamos a ir todos a su casa esta tarde.
- Ah, claro...

Seguí ausente mientras me contaba algo sobre sus padres y una profesora. Antes de que pudiese empezar a sentirme mal tuvimos que volver a clase. Las horas pasaron lentas, a excepción de uno de los cambios de asignatura, en el que un murciélago entró accidentalmente por la ventana. Mis compañeros lo estuvieron apaleando con libros hasta que un profesor entró a ver qué pasaba al escuchar los gritos de las chicas que salían corriendo cuando les acercaban al pobre animal con la cabeza abierta. Me dio pena, pero a fin de cuentas, qué más me daba a mí. Uno de ellos casi vomita al verse manchado el uniforme de trescientos pavos con la sangre del quiróptero. Yo reí como todos.
Al terminar las clases, Laura vino a preguntarme si la recogería en coche para ir a casa de Sergio. Le contesté mirándole las tetas, que eran el principal motivo por el que estaba con ella. No eran demasiado grandes, pero tampoco tenía nada más. Era demasiado incómodo seguir evitándola y ver como le lloraba a los demás, así que el día que me besó, la dejé hacer. No quería aguantar su llanto si la apartaba, ni sus miradas de víctima del desamor posteriores. Además, era una buena chica y hacía buenas felaciones.
Comí algo, me eché un rato, me duché y subí al coche cargado con whisky del armario del salón y un par de pizzas. Recogí a Laura en su casa, que no paraba de hablar emocionada sobre algo que a mí no me importaba, sobre un vestido o su hermana o algo así. La arpista invisible seguía en mi cabeza.

Cuando llegamos sólo faltaba Lucas y su novia, que tardaron diez minutos en aparecer. No me habría fijado en que mi mejor amigo aún no había llegado si no fuese porque al buscar la cabeza de su novia entre las cabezas de la reunión no la encontré. Me senté cruzando las piernas y apoyando las manos sobre en regazo en el sofá más cercano. Ella siempre me provocaba erecciones. Su cara no fuese, tal vez, del todo simétrica, y su pecho era más bien pequeño. Pero había algo en su presencia que me resultaba trascendente.

- ¿Alguien ha comprado alcohol? - preguntó Lucas sacando un paquete de patatas de una bolsa.
- ¿Alcohol? ¿Estás de broma? Estoy sin un duro. Pero hay maría...- le contestó Sergio.

Todos mis amigos pertenecían a familias de un nivel económico medio alto, por no decir que eran niñatos ricos (de mierda). Todos vivían, como yo, en casas grandes con piscina a las afueras, o en pisos de seis habitaciones. Nuestros padres pagaban lo equivalente al salario de una persona por nuestra educación privada. No obstante, nunca tenían un duro. Para ellos todo era caro, menos la droga. La droga era necesaria y corría a cuenta de la casa. Hoy por ti, mañana por mí.
Nos pasamos la noche comiendo como cerdos y criticando al capitalismo que nos daba de comer. La conversación estuvo entretenida así que no necesité recurrir a la música de arpa. Tenía miedo a mirarla demasiado, pues se sentaba en frente de mí.
Cuando el ritmo comenzó a decaer y estaban a punto de sacar la botella que había traído, Elsa, la que se acostaba con Sergio sacó una cajita y la puso en medio de la mesa. Miró a cada uno sonriendo, y cuando el otro asentía con la cabeza, ella le ponía en la mano un trocito diminuto de papel coloreado. Me miró interrogante y, como todos habían asentido, asentí.

- ¿Traéis todos el DNI?

 No entendí muy bien de qué iba todo aquello hasta que empezaron a meterse los papelillos en la boca.

- ¿Esto es un tripi?- pregunté alterado.
- Te lo he dicho esta mañana y me has dicho que sí - dijo enfadado Lucas-, no me gusta ser ignorado.
- No, no, perdona- me recompuse en el sofá- es que nunca había visto uno. Sólo me ha sorprendido el color.
- Disúelvelo con la lengua- me aconsejó Elsa.

Ante la atenta mirada de todos los presentes, me adentré en el mundo del LSD.
He de decir que al principio no sentí absolutamente nada, pero cuando Laura comenzó a reírse a mi lado una trompeta salió de ninguna parte y se adentró en mi tímpano. Laura no cabía en sí de felicidad. Señalaba al techo, por donde según ella, trepaban varios álbumes de fotos. Cuando me fijé en su cara, tuve que parar de hacerlo. Una baba azul le caía de los agujeros de la nariz y de su piel comenzaban a brotar extrañas raíces, como las del hombre árbol aquel que vi en las noticias. Algunos miraban la alfombra, otros empezaban a hacerlo en el sofá y otros bailaban solos. Después de inspeccionar mis brazos de chicle, la busqué a ella con la mirada. Seguía sentada en la misma posición, sin apartar sus ojos de los míos. Empecé a notar como su iris se convertía en oro fundido, en oro candente, hasta casi arder. Las pecas le bailaban en las mejillas. Me alegré mucho de que Lucas se hubiese puesto a masturbarse mirando las cortinas y no percibiese nuestra íntima escena.
Al rato, no sabría decir cuanto, su pelo, largo ya de por sí, comenzó a crecer sin parar. Se desparramó por el suelo, se arrastró por la alfombra, llegó hasta las patas de mi asiento, subió y me empezó a hacer cosquillas en la nuez. En ese momento, Laura se sentó sobre mis piernas y comenzó a lamerme el cuello. Me enfadó mucho que me tocase con su lengua llena de raíces y sus mocos azules. Su pelo encrespado no me hacía cosquillas en los hombros, raspaba, así que, como no me dejaba ver a la novia de Lucas, la tiré al suelo.
Cuando empezó a soltar sus carcajadas de trompeta sobre el parquet, volví a mirar hacia el otro sofá, pero ya no estaba.
Antes de entrar en pánico me levanté, aparte a alguno que babeaba sobre la pared y comencé a buscarla por la casa. Supuse que estaría en la cocina o en el baño, pero no la divisé en la cocina y al abrir el aseo de la primera planta me encontré a Sergio arañando el espejo mientras su novia meaba. Cerré y me dirigí a la segunda planta. Estaba en el segundo cuarto, callada frente a la puerta, completamente desnuda. Sus pezones eran pequeños girasoles, por lo que me acerqué a olerlos. La tiré a la cama y me quité los pantalones. Normalmente con Laura tenía gatillazos al hacerlo, así que sólo me bajaba los pantalones para que me la chupara. Aquella vez me desnudé entero. Justo al metérsela soltó un pequeño gemido que sonó como un millón de arpas juntas. Eso me excitó aún más. No podía dejar de mirarla, era tan hermosa...
No sabía en qué cuarto estaba, pero cuando quise ubicarme, vi a Dalí pintando a nuestro lado. Pude mirar de reojo el cuadro, en el que ella y yo lo hacíamos sobre una cama que se derretía. Con la música de las arpas no pude oír como Gala se sentaba en la esquina de la cama a mirarnos.
Terminé dentro de ella, cansado y me dormí enredado en su cabello y su oro.

Sergio nos despertó a todos chillando, desde el pasillo a los cuartos, que sus padres iban a volver en unas horas y teníamos que irnos. Por la luz que entraba por las persianas supuse que sería la tarde del día siguiente. Lo primero que vi fue a Laura entrando por la puerta. Tardé varios segundos en asustarme y mirar en todas las direcciones. No había ni rastro de ella. Tan sólo una almohada manchada de semen.

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