viernes, 2 de septiembre de 2011

*[Vuelo]*

Las nubes se difuminan y el cielo brilla, bajo mi percepción. Puede que sólo sea eso: el punto de vista de una adolescente a mil metros de altura. Serán los millones de pies que me alejan del suelo los que me confieren esta seguridad. Llevo cuatro horas entre cabezadas escurridizas, provocadas por la pastilla que evita mis nauseas y provoca en cambio un estado de semiincosciencia difícil de soportar, comida de catering de sabor ajado e impersonal, los toques de brazo del compañero, absolutamente desconocido, y las más de cien páginas de un libro recién estrenado como única compañía viable. El vuelo, con todo, no me es desagradable, como si lo fue la carne mustia de la comida y la angostura del servicio. Muchas veces me he contemplado mí misma ansiando un resquicio de tiempo para sentarme y, simplemente, escuchar música, como ahora, que estoy obligada. Con la almohada y la manta que han repartido de manera individual y poniendo el respaldo del asiento en horizontal me puedo transportar unos segundos a mi cama. Además, si abro los ojos me veo envuelta en nubes. Las alas del Airbus, situadas unos asientos por delante del mío, me recuerdan a las gaviotas. No sabría decir por qué a una gaviota y no una cigüeña o un gorrión, pero es así. 
Aquí arriba el tiempo pasa más lento porque el Sol me sigue la espalda. Se perpetúa un continuo mediodía a donde quiera que vaya. Parece mentira que haya salido de Madrid a las 2 y vaya a llegar a Nueva York a las 4. Con todo esto, se me detiene el tiempo, y esa escasa ganancia, porque estamos hablando de vulgares horas humanas, me permite dejar volar, amén del cuerpo, la mente. No dejo de pensar que a día de hoy me queda todo por hacer, que tengo que empezar a fabricar mis vivencias, para cuando me jubile y ya no me queden más sueños sino tan sólo un puñado de recuerdos a los que afiliarme, y que estoy avanzando en una dirección esperanzadora. Tengo la impresión de que voy a conseguir lo que quiero, a pesar de lo pesimista que siempre he sido. Aquí no cabe el miedo, o será que no vuela en mi avión. 
Con el mar abajo, puedo decir que todo, en este preciso instante, es luz y vida.

1 comentario:

  1. Me gusta como escribes. Esta vez, sin embargo, sí que me has llevado un ratito ahí arriba, será porque yo también he escrito subida en un avión con cuidado de no rozarme mucho con el desconocido de al lado, o porque de verdad que añoro volver a volar y aburrirme en las alturas...

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