lunes, 12 de septiembre de 2011

Sensación de vivir de las chicas profiláctico

Taconeaba molesta en la acera de la parada del autobús. Sabía que el curso de los acontecimientos la llevaría, irremisiblemente, a llegar tarde, cosa que no podía permitirse. Además, no era sólo la impaciencia lo que la carcomía. Se sentía incómoda embutida en ese vestido de cuero y exponiendo sus piernas salvo por las finas medias de encaje. No obstante, sería improbable que la dejasen pasar al antro al que iba si no se vestía así. Miró a un lado y a otro, intentando atisbar la frente del vehículo en el horizonte de la carretera, pero no fue así. Un hombre de anciana edad, que estaba sentado en la parada, no le quitaba el ojo del trasero. Y ella no dejaba de moverlo, nerviosa. Como el transporte metropolitano no daba señales de aparecer, buscó una alternativa.

- ¿Dani?- preguntó después de sacar el teléfono de la chaqueta, descolgarlo y marcar un número conocido- ¿te importaría llevarme al centro?...Sí, ahora. Es urgente. Gracias.

Tras varios minutos recostada en la pared reconoció uno de los coches, corrió hacia él y se subió al asiento del copiloto.

- Muchas gracias por venir- dijo al entrar.
- Nada, no importa. Me pillaba de camino.
- Ya.
- Bueno, ¿no me dices qué es eso tan urgente?...Eh...te estoy hablando.
- Ah, perdona- le contestó apartando la vista de la ventana-, estaba distraída.
- No me digas. ¿Me lo vas a decir?
- He quedado con Malène.
- ¿Con esa zorra?
- Sí, es la mejor compañía cuando, precisamente, quieres zorrear.
- No es tu estilo. ¿Por eso vas así vestida?
- ¿Esto es un interrogatorio? Qué sabrás tú de mi estilo.

Continuaron el viaje callados hasta adentrarse en las calles del núcleo de la ciudad.

- ¿Dónde te dejo?- tajó Daniel.
- En Sello.
- ¿La discoteca nueva?
- Sí.
- Ajám- espetó frunciendo el ceño y arrugando la barbilla.
- ¿Qué pasa?
- Nada.
- ¿Te crees que soy tonta?
- No he oído cosas muy buenas de ese sitio.
- La gente habla por hablar.
- Tú sabrás.

La dejó dos locales antes del garito y salió pitando, a una velocidad propia de cuando estaba enfadado. Ella, al poner los pies en la calle sintió frío y se abrazó el costado, buscando en sí misma algo de calor. La verdad es que no sabía muy bien dónde se estaba metiendo.

- ¡Por fin!- exclamó Malène agarrándola por el brazo- ya creía que no llegabas e iba a tener que entrar sin ti. ¿Sabes cuánto cuesta conseguir una entrada de éstas, tía?
- ¿Hincar mucho las rodillas?
- Más o menos- respondió riendo su nueva amiga.- Conozco al dueño, ya me entiendes. ¿Has venido en autobús?
- Como llegaba tarde he llamado a Dani.
- Parece tu taxista.
- Ya, le debo un polvo.
- Se preocupa por ti, está bastante pillado.
- Sólo es sexo. Además, para preocuparse ya están mis padres.

Pasaron guiñándole un ojo al mastodonte anfetaminado de la puerta, dejaron sus prendas de abrigo en el guardaropa y se dirigieron a la barra. El local, como cabía esperar de todo lugar de moda era oscuro, ruidoso y de decoración decadente. Con todo, se antojaba bastante amplio.

- Necesito cogerme una buena esta noche- comentó Malène acercándose a la camarera.
- ¿Y eso?
- Está mi ex por aquí.
- ¿Y?
- No quiero verle y recordar que me dejó por mi mejor amiga- le respondió sonriendo y, posteriormente, se giró y pidió dos vodkas.
- Yo no quería, gracias.
- ¿Quién ha dicho que sean para ti?

Se generó un silencio incómodo, que no se rompió hasta el segundo trago, cuando la anfiitriona creyó oportuno:

- Bueno, yo te dejaré dentro de un rato. Tengo que ir a ver al dueño a la sala VIP y agradecerle las invitaciones. Pásalo bien, guarrita. Por cierto, bonito vestido. Casi se te ven las tetas.
- ¿No es eso lo que se pretende?- contestó ella, sarcástica.

Hablaron de alguna que otra banalidad hasta que Malène, con su imponente figura, considerablemente más ebria que antes, se encaminó a la planta superior.
"Habrá que bailar sola" se dijo en su fuero interno para infundirse ánimos. Bailar le gustaba, aunque en compañía y cuando estaba relajada, y no tensa y a la defensiva como estaba en esos momentos. Aún así necesitaba una noche como ésa y ya había llegado muy lejos, moviendo hilos y consiguiendo entrar, como para marcharse a casa. Creyó que le costaría adaptarse, pero pese al miedo inicial a la torpeza supo acoplarse bien. No era la única bailando sola, ni mucho menos. Todos en aquel lugar parecían almas solitarias, buscando pecado en la sombra, ocultos por la noche y encubiertos por el alcohol y la ropa lasciva. La inyección de adrenalina le subió al cerebro y conquistó su cuerpo; en poco tiempo estaba dándolo todo en medio de la pista. Se le acercaron chicos y chicas, y gente con género no identificado, hasta que perdió la cuenta de con cuantos o cuantas bailó o se besó. La humedad del ambiente y las luces intermitentes terminaron por marearla, así que paró para ubicarse y buscó refugio en el aseo. Los tacones empezaban a dolerle.

- Perdona- avisó a una chica rubia que estaba en la puerta del baño,- ¿eres la última?
- No, yo sólo quiero vomitar.
- Pero, ¿estás bien?- le preguntó preocupada.
- Nnnnoo- respondió vomitando en el suelo.
- ¿Quieres que avise a alguien?
- Ya estoy mejor- dijo al terminar de echar todo.- Gracias. Incluso es mejor así, había cenado mucho esta noche y no quiero engordar.

Vio como la chica se marchaba así, sin más, con sus kilos de menos, y se lavó la cara para refrescarse un poco y eliminar los atisbos de aquel olor.
Cuando volvió a la pista la magia se había marchitado y el final del embrujo le refrescó la memoria. Empezó a recordar de nuevo todo aquello por lo que estaba allí, en aquel tugurio de diversión noctámbula. "A la mierda" pensó mientras se bebía una copa que encontró por allí tirada. No supo lo que era exactamente, pero le quemó la garganta y le subió rápidamente a la cabeza, que es lo que quería. "Vamos allá".
La noche cobró su impulso devastador y emborronó cada una de las imágenes que le fueron sucediendo: manos, roces, labios, alcohol, humo, oscuridad, penumbra, oh no luz, molesta, oscuridad, mejor sí mejor, sábanas, plástico, mal aliento.
Se despertó casi al amanecer en la cama de un extraño y prefirió no mirarle la cara al salir. Hacía frío aquella mañana, aunque no lo percibió con claridad, todavía estaba turbada por la noche anterior. No había dormido en una casa alejada de la discoteca, por lo que se encaminó hacia la estación de autobuses andando, cogió el primero de la mañana y estuvo en su casa a la hora. No estaban sus padres, perfecto. Se descalzó y se tumbó tal cual en la cama, mirando al techo. Como no podía dormir se encendió un cigarro. "Mierda, no recuerdo si se puso condón."
No se había sentido tan vacía nunca, pero eso no le preocupaba. Tenía mucho, mucho humo para llenarse entera.










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