Él estaba sentado en el bordillo de la piscina. Se quitó un zapato y un calcetín, pero como eran de pies distintos, acabó empapándose el izquierdo. No se podría decir que empezó mal el día, pues ya llevaba varias horas dándole vueltas a lo estúpido que sería bañarse en pleno enero y con el agua llena de herrumbre.
Se levantó, con la pernera izquierda del pijama chorreando, predispuesto a volver a la cama.
Cuando el aire empezaba a templar la humedad de su pierna, cayó a la piscina, se coló por la depuradora y ya nadie volvió a saber de él.
Se levantó, con la pernera izquierda del pijama chorreando, predispuesto a volver a la cama.
Cuando el aire empezaba a templar la humedad de su pierna, cayó a la piscina, se coló por la depuradora y ya nadie volvió a saber de él.
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