Esta mañana, un anciano se sentó a mi lado en la parada del
autobús. Me miró con la mirada perdida, en un triste y lejano celeste, y
sonrió.
Hay personas a las que los años les traicionan en forma de
fragilidad, en el claro de los ojos. Me pregunto si a mí también me pasará, si
mis ojos se tornarán pálidos por temor al tiempo. Sobre todo, me pregunto si tú
estarás ahí para verlos: claros, cansados, gastados de pura vida.
¿Cómo conservaremos tanta juventud entre arrugas? ¿Cómo se
nos verá el brillo con cataratas? ¿Tomarás mi mano artrítica? ¿Me sacarás a
pasear con bastón? El amor…¿seguirá vivo pese a los infartos?
No te imagino besándome con dientes de mentira, ni
acariciando pelo blanco.
No podría.
De lo que sí estoy segura, es que si te dieran la
oportunidad de cambiar algo de todo lo que hubieras vivido, no lo harías. Quizá
ser tan bueno, quizá renegar de la plata. Pero siempre te quedarías conmigo, viendo
como los ojos se me aclaran con los años.
Y yo, si hubiese un paraíso después, tan bello, tan
esperado, tan eterno, lo gastaría en encontrarte, hasta que el color de mis
ojos desapareciese por completo.