miércoles, 30 de noviembre de 2011

*[She knows nothing]*

El tiempo decidió detenerse un año, hacerse más largo. Y ella lo notó.


Iba por la calle, en su rutinario trayecto hacia casa, tras una jornada poco memorable, cuando avistó tras una pared, entre arbustos, un paquete envuelto en papel de regalo y con un lazo.
Lo miró de reojo y continuó andando.
"¿Quién se dejaría un regalo por la calle?" Sería, probablemente, un olvido. Si no, una broma pesada. La gente o tiene poco tiempo o tiene demasiado. Además, ¿quién era ella para coger algo que no era suyo? Bien cierto, es también, que la propiedad, en la calle y sin señalizador, puede pasar por incierta. Pero ella sabía que era ajena y no le pertenecía.
Casi alcanzaba la puerta de su vivienda cuando se paró a pensar. No podría vivir con esa incertidumbre. ¿Y si era para ella? Podía estar allí predestinado, simplemente, a que una mente curiosa como la suya se plantease mil cosas, ética aparte, antes de rendirse a su primer impulso: cogerlo.
Volvió sobre sus pasos y se acercó lentamente, como si la caja tuviera una bomba en su interior. "La curiosidad mató al gato" se repetía una y otra vez.
"Por dios, es sólo una caja"
La agarró por las paredes laterales y la agitó a fin de adivinar su contenido. Parecía vacía, no obstante, un ligero peso le indicaba lo contrario. Miró a un lado y a otro. Al ver que estaba sola echó a correr con la caja a cuestas hasta llegar a un callejón que no distaba mucho de allí.
Sintiéndose visiblemente más relajada lejos de la mirada de otros, y temiendo que precisamente fueran unos bromistas que sólo quisieran reirse de un ladrón anónimo observando sus movimientos, comenzó a romper el papel.
Se anudó el lazo a la muñeca, como siempre hacía, y abrió las solapas de cartón.
La caja estaba vacía.
La caja resplandecía.
De pronto comenzaron a salir maravillas de sus fauces. Leones sobrevolaban la ciudad, flores con paraguas bailaban al compás de instrumentos de caramelo, bolas peludas botaban por doquier, luces de colores nunca antes vistos se transformaban en diamantes, el agua lo cubrió todo...


El tiempo empezó a girar con más fuerza que nunca. Por fin.






martes, 29 de noviembre de 2011

*[Tiempos convulsos]*

Estábamos todos cansados y acabamos en el río, tirados a la orilla, entre el césped y los juncos. Había quien era alérgico y acabaría lleno de ronchas, había quien se vomitaría encima.

- Hace frío.
- Huele a alcohol.
- Me hago pis.

Continuamos así horas, mirando al cielo sin ver las estrellas. Callados sin pensar en nada. Borrachos de amistad.

*[Jerusalén]*

A veces le daba a sus palabras una importancia innecesaria.
Hay quien habla por escuchar el sonido de su voz rompiendo contra sus paletas.
Hay quien escribe por leerse inteligente y no sentirse tan mediocre.

*[Sueños de ayer y de hoy]*

El triqui troc del teclado, el triqui troc que le osculta.
Aquí no hay médico que valga, ni enfermedad a la que afiliarse.
Los tecnicismo avecinan una profesión que se cansa sola,
que se adormece entre líneas
que se borra al llegar la tarde.
Los problemas del sueño rompen la rutina
que es, a fin de cuentas, lo que más me mata:
la salud.
No podría decirte ahora que pienso en positivo
si sólo veo números rondando las páginas.
Las páginas que solían decir algo, que cantaban,
que respiraban y vivían.
Me conservo para resolver problemas,
me contradigo.
Quería ser humana, más humana aún
y acabe diseñando robots.
La relatividad estaba tras la esquina,
la penicilina
podría haber esperado
a que la humanidad se amase mejor.
No me divido en ideas, pues convergen en el mismo punto del que salen
y fluyen entre paredes de ladrillo o de papel.
Eso no importa,
ni el tiempo,
ni el camino,
ni siquiera yo.

domingo, 27 de noviembre de 2011

*[Decadencia central]*

La ciudad envidia al campo por su pureza:
le quiere el verde,
le añora la vida.
Las pliegues de sus edificios
se marginan solos.
A veces entre callejones
lloran las tuberías.
Los días
pasan más rápido
y las emociones
enferman antes.
Los ríos menguan
entre barrios marginales.
Mi ciudad envidia el campo
y se crea bosques
por donde respirar.
Mi ciudad quiere ser campo
y yo quiero que sea ciudad
porque el campo no me gusta.

*[18 Dieciocho en blanco y negro BN]*





*[Consider this]*

Él escribía jirones de ojos.
Podredumbre le sonaba a palabra inventada,
podredumbre real ni hablemos.
No estaba aún demasiado enfermo.
¿Alguna canción?
Todas, menos la suya.
Le faltaba perder principios para llegar a ser alguien.
¿Algún libro?
Todos, menos el suyo.
Buscar su nombre en la guía era inútil.
La existencia vacía de alguien que no,
no era ella,
era él.

sábado, 19 de noviembre de 2011

*[Contaminación/Inmundicia]*

"El jabón no limpia ciertas manchas" pensó mientras emborronaba las cicatrices de sus muñecas. La mugre se retraía en cada línea indefinida. La herrumbre se expandía por los brazos, ascendía por los hombros y le rebosaba los párpados.
No pudo mirarse en el espejo porque la suciedad la tapaba.

sábado, 12 de noviembre de 2011

*[Excusas]*

La gente dice que los poetas sólo escribimos cuando somos infelices. No voy a desmentirlo, pero sí a argumentarlo:
Cuando somos felices tenemos mejores cosas que hacer que escribir.

jueves, 10 de noviembre de 2011

*[En estas noches de Luna Llena, tan tuyas]*

Le huelo en mi cuello, le huelo en mi vida.
Ya no hay vuelta atrás.
Trastea conmigo, con mis heridas.
El amor ciego, lo llamaban.

Las puertas al pasado son ventanas
que se siente aludidas
y cierran sus persianas
poco a poco, suavemente,
dejando que aquella brisa me arrope
por última vez. Para siempre.

sábado, 5 de noviembre de 2011

*[Físic@]*

No siento si no es lo mío.
Si no es aquí, a veces.
Me arden las retinas del alquitrán
que tus cálculos
le suman a mi vida,
le restan a mis días.
La estupidez se multiplica
el futuro se divide
los números se giran al verme pasar
y susurran
y no sospechan del arma
que escondo entre mis medias
ni el alma que escondo
bajo el cinismo.

                                                                                                                                                            El número π es estúpido

*[Mi segundo Otoño]*

Esta estación no es especialmente fría
ni se me cansa entre las piernas.
Tal vez, si la acaricio,
si la acaricio podría
dormir tranquila
hasta que llegue invierno
y se enfunde sus trajes blancos
su lana escaldada
su edredón de sueños
su mirar esquivo
sus manos nauseabundas
su delantal manchado
sus espinas suaves.